Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe…
Sólo la cultura da libertad…
No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas;
no la de pensar, sino dad pensamiento.
La libertad que hay que dar al pueblo, es la cultura.
Miguel de Unamuno
Todo comenzó hace muchos años, muchos, muchos años. El mundo ya entonces había dejado de ser pacífico y civilizado, y la forma de proceder de los hombres, fue la causa de que surgieran los primeros conatos de la Revolución. Sabemos que las grandes revoluciones se manifiestan y ocurren siempre, como una respuesta causal, impregnada por el halo intempestivo y misterioso de los inescrutables designios que rodean al hombre, éste fue el motivo de que Alguien o Algo decidiera castigar su osadía.
Sucedió que, entre los plúteos extraños de la librería del monasterio de Fontanelle, sin un orden determinado y a lo largo de muchos años, los monjes de la abadía habían apilado centenares de legajos, carpetas con manuscritos y algunos códices antiguos y pergaminos con ilustraciones de vivos colores. El polvo lo inundaba y lo cubría todo, dando la impresión de un abandono de años. Pero muy lejos de esta aparente y serena calma, rota tan solo por el tañido de la pequeña campana de oración del monasterio, una vida muy activa bullía en la biblioteca entre las páginas de sus manuscritos, nacida como por un extraño designio.
Pero comencemos a contar la historia por el principio. La historia comienza entre los años 649 al 680 de Nuestra Era, cuando en el país merovingio de Caux, grandes acontecimientos confluyeron, se entrecruzaron y surgieron para cambiar la Historia de la Humanidad.
Erquinoaldo, a la sazón mayordomo de palacio de Neustria, cede unas propiedades a San Wandrille sobre los que éste funda y construye la que sería llamada inicialmente como Abadía de Fontenelle, y que tras su muerte en santidad adopta su nombre, conociéndosela desde entonces como San Wandrille de Fontenelle.
α se levantó del pergamino como por obra de magia, cobró vida propia y dando unos pasos titubeantes se acercó al borde del anaquel, donde se encontraba sentada Ω, y le dijo tras sentarse a su lado:
- iHola Ωi,… sé que me esperabas. Estamos aquí porque somos el inicio y el fin del alfabeto, el principio y el infinito de la representación del lenguaje, y nos ha sido ordenada por nuestras hermanas la obligación de establecer los hechos. Tenemos la obligación de comunicar y difundir nuestro mensaje, y conseguir que nuestra voz se oiga en todo el mundo.
- Creo, contesto Ω, que todo se encuentra ordenado y lo que ha sido designado debe de cumplirse cuanto antes.
- Aún no, dijo α, Ginés me ha pedido paciencia y sosiego. Quiere convencer a la reina Batilde de recuperar para los benedictinos, los monasterios de Chelles, Jumièges, Saint-Ouen y de Saint-Evrault, y con ello haremos oír mejor nuestra voz y conseguiremos que nuestro mensaje sea respetado en todo el país de Caux. Además, tendremos que hablar muchas veces con nuestras hermanas de otras lenguas y países, para adoptar unidas una decisión.
- Creo que tienes razón, será mejor esperar, dijo Ω, debemos organizarnos y asegurarnos antes de las medidas a adoptar, y que nuestras voces se oigan como una sola.
En la época en que α y Ω mantuvieron esta conversación, Erquinoaldo, que gozaba de gran ascendencia con el rey Clodoveo II, le ofrece a éste los servicios de Batilde, una esclava anglo-sajona que había comprado a los piratas en York. Meses después de entrar a su servicio en palacio, un enamorado Clodoveo II desposa a Batilde, convirtiéndola en la que sería durante muchos años, reina de los Francos.
Transcurrieron pocos años, para que se cumpliera el designio divino, al hacer que la reina Batilde se convirtiera al cristianismo y que fuera precisamente el monje Ginés, a la sazón Prior de la abadía de Fontenelle y más tarde arzobispo de Lyón, quien la indujera en los siguientes años, a reconstruir muchos monasterios de la orden benedictina de Solesmes, Congregación ubicada en el departamento de Seine-Maritime en la Haute-Normandie. La reina Batilde, por sus hechos relevantes según la Historia, se trasformaría en la gran reina de los Francos, muriendo en halo de santidad en el 680, y doscientos años mas tarde sería elevada a los altares por el papa Nicolas I, siendo desde entonces venerada como Santa Batilde. Esta es la verdad y no otra.
Estos hechos singulares nacen de esta encrucijada de acontecimientos relatados, necesariamente en la vieja biblioteca llena de pergaminos y legajos polvorientos de la Abadía de Fontenelle, quizás a la sombra de un San Ginés esperanzado en el hombre pero desesperanzado con las mentiras de la humanidad.
Este fue el origen de la primera gran rebeldía del lenguaje escrito, y es precisamente en Fontenelle, donde por primera vez las Letras muestran su disconformidad, a cómo estaban siendo utilizadas y maltratadas por el hombre en sus escritos.
Allí en Fontenelle se gestó el germen, el justificado grito de independencia de las Letras. San Ginés no obstante, calmó inicialmente las enfervorizadas voces, conocedor de que era quizás pronto para la Revolución, dando tiempo al tiempo, y se llevó a su tumba en la abadía de Chelles, el secreto de estos primeros conatos revolucionarios. Pero el grito revolucionario, acallado y sordo, siguió latente bullendo en los manuscritos y los códices, esperando una mejor oportunidad entre los plúteos extraños de las librerías de los monasterios.
Es en el 1240, tras una larga y triste historia en la que los monasterios se vieron marcados por grandes períodos de saqueo y destrucción, ya en tiempos del también santo, Tomás de Aquino, cuando de nuevo se alzan las voces revolucionarias de las letras en la abadía benedictina de Monte Cassino, entre los prestigiosos códigos que le sirvieron de fundamento para sus estudios.
Pero una vez más no era el tiempo de la Revolución, tendrían que transcurrir todavía unos centenares de años más para el levantamiento, que servirían a las letras para planificar y diseñar secretamente, la estrategia a adoptar antes de celebrar la Asamblea plenaria. Era necesario conseguir un acuerdo unánime entre los diferentes grafemas vivos del planeta, como la escritura románica, la arábiga, la cirílica, la georgiana, la hebráica, la helénica y también la india, a las que se unieron todas las escrituras ideográmicas vivas y muertas, como la china y la más moderna kanji japonesa.
Todos estos tipos de escritura del Mundo se encontraban representados en la Asamblea que se estaba desarrollando en esos momentos y en la que α, una vez más tenía la palabra.
α, fué elegida portavoz y ponente de las lenguas occidentales, a pesar de que como griega antigua pertenecía a una lengua muerta, pero era oriunda de la lengua fenicia que se divulgó por el Mediterraneo y representaba con su nacimiento en el siglo IX a.C., al más antiguo y primer alfabeto completo de la lengua. Además, la palabra “alfabeto”, que se había formado muchos años atrás por su unión con β, fue otra de las razones de peso para que fuera nombrada ponente del acto.
Las más de doce mil compromisarias asistentes de las diferentes lenguas del mundo, guardaban un espectral silencio escuchando las palabras de α. El escenario del anfiteatro, enmarcado por el arco del proscenio fuertemente iluminado, contrastaba con una gradual penumbra que ensombrecía la platea semicircular y con la profunda oscuridad de los varios pisos de galerías que la rodeaban. La importancia de las decisiones a adoptar flotaba como una nube entre las presentes. Sabían, que al Mundo no le daban ninguna salida honrosa y que necesariamente las naciones de la tierra tendrían que acatar lo aprobado por la Asamblea, y la gravedad de este hecho sobrevolaba por el ambiente, haciendo aún más difícil si cabe, que fuera adoptada una resolución unánime.
Las palabras silabeantes de α seguían desgranando lentamente su discurso…
ermanas, formamos parte de una aventura maravillosa, el lenguaje escrito. La escritura ha sido la revolución del lenguaje y aunque somos posteriores al habla, somos el basamento de la cultura del hombre. Para él hemos sido un paso decisivo en el desarrollo del conocimiento y en la evolución de la Humanidad.
Sin la escritura,… sin nosotras hermanas, el hombre seguiría en la prehistoria de su historia, seguiría en aquellos tiempos en que sólo existía el lenguaje y la efímera tradición oral.
Somos pues, esa necesaria segunda memoria que el hombre ...//
//...(sigue en CUENTO (2ª parte))
“ Sólo somos curiosos en proporción con nuestra cultura “.
Jean-Jacques Rousseau
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