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jueves, 7 de agosto de 2014

081- GAIA, LA «MADRE TIERRA» INVICTA EN 4576 MILLONES DE AÑOS,… ¿ES UN SUPERORGANISMO QUE CORRIGE TODOS LOS DESEQUILIBRIOS Y PROTEGE LA VIDA?



No existen recetas, no hay códigos para vivir en el seno de Gaia. Sólo las consecuencias de nuestros actos, cada cual el de los suyos
James Epharaim Lovelock [1919], científico, meteorólogo, químico atmosférico y escritor inglés, autor de la Hipótesis de GAIA que define al planeta Tierra como un sistema autorregulado. 
 El 24 de Diciembre de 1968, el Apollo 8 salía de órbita de la Luna, 
tomó la 1ª fotografía de la Tierra, conocida como “El Nacer de La Tierra”


La Madre Tierra, superorganismo invicto desde hace más de 4470 millones de años, sujeto siempre a fenómenos convulsivos
Vivimos tiempos ecológicos convulsos. Estamos inmersos entre cientos de conceptos medioambientales, con un cúmulo de informaciones en los medios de difusión la mayor parte de las veces sesgada, propiciadas por los grandes trusts económicos de crear un clima determinado en pos de un mayor consumo, algún día les hablaré de ello. Y aunque dicha información la «visten» con datos reales, pero parciales, convierten en catastrofista la antropización que el hombre está produciendo sobre nuestro planeta, careciendo siempre de una base inserta en un contexto científico globalizado. Una verdad expuesta de forma parcial o sectaria, dentro de un contexto global, puede ser una gran mentira.
Estas informaciones han hecho populares conceptos como el de la protección ambiental, la sostenibilidad, la ecología, la acelerada descongelación de los glaciares, la reducción de la capa de ozono, las emisiones de gases contaminantes, los vertidos de agentes químicos y radioactivos, así como el inmenso vertido de residuos no biodegradables a los océanos.  
Contrariamente, estos mismos informantes y presuntos “especialistas”, NO INFORMAN de lo que es realmente el planeta Tierra y su geosistema [3], su afección y fundamental dependencia a múltiples fenómenos físicos propios, tanto dentro del sistema solar como del interestelar. Lo que pretendo hacerles ver, es, que seis mil años de civilización humana son una simple anécdota, de tan sólo unas pocas decenas de segundos en la vida de Gea [44,86 segundos], o de Gaya, o como decían los griegos antiguos de «Gaia», que literalmente significa TIERRA. Llámenla como quieran.
Los catastrofistas informadores sólo se basan en los ataques puntuales que producimos a nuestra biosfera [1], siendo estos ataques cuantitativamente insignificantes frente a los potenciales cataclismos que desde el interior del planeta han sucedido y pueden suceder en cualquier momento.


Les daré UN simple ejemplo de la manipulación informativa de los grupos ecologistas, hablándoles del volcán Nyiragongo, grupos o organizaciones definidas como “sin ánimo de lucro” para no pagar impuestos, que viven fundamentalmente de subvenciones públicas ( que por cierto que nunca publican), y por lo tanto que su “supervivencia” depende de mantener la gravedad de los efectos de la antropización.
Insisto, el ejemplo es UN simple ejemplo, pueden y deben existir millones de ejemplos similares en Gaia, por lo que establece el «holismo ontológico»[2] o sistema de pensamiento que determina que las características de un SER sólo pueden ser conocidas considerándolas en su conjunto y en su integridad total.

El Nyiragongo, es el estratovolcán con una caldera de Cumbre profunda de 1,2 kms. de cráter rodeado por el lago Kivu, cuya última erupción se produjo en mayo del 2002.  Se sitúa en una montaña de 3470 metros de altura que forma parte del Gran Valle del Rift, tan sólo a 20 kms. al norte de la ciudad de Goma en el Congo. Como dicen muchos científicos, quizás por ello Goma sea la ciudad más peligrosa del mundo con sus 2 millones de habitantes. Se encuentra entre la cabeza de los volcanes más activos del mundo y tiene la peculiar característica de  tener una de las lavas más fluídas que se han conocido, medidas en su erupción de 1977 discurre a más de 60 km./h.
Pero lo más singular del Nyiragongo son los datos que les ofrezco, datos de emisiones diarias a la atmósfera que favorecen el “cambio climático” y de los que nunca hablan los ecologistas. SÓLO este volcán emite entre 12.000 y 20.000 Tm. diarias de dióxido de azufre y nada menos que 60.000 Tm. de CO2, equivalentes a todas las emisiones industriales que se producen en Europa.

¿Y si empezaran los grupos ecologistas, en base al holismo ontológico y la decencia, a decirnos la verdad no manipulada, y a sumar TODAS las actividades de los fenómenos naturales que produce Gaia, independientemente del ser humano?,… ¿quizás descubriríamos después de TRECE glaciaciones, que la Tierra es realmente un superorganismo que se autorregula hace 4470 millones de años, y el hombre sólo «un accidente más» en la evolución?. No olvidemos que ha habido 6 Extinciones totales en el planeta Tierra. [Addenda informativa a la página, de abril/2015]
En suma, estas catastrofistas informaciones señalan,
que los ataques de la civilización actual contra a la biosfera [1] en aras del desarrollo y progreso de la humanidad, son los «únicos culpables» de los cambios que estamos viviendo en los últimos decenios. «Olvidan» que la Tierra sólo desde los últimos 2.000 millones de años, ha sufrido al menos trece edades glaciales reconocidas y un número no mucho menor de periodos interglaciares. Ha tenido al menos catorce inversiones de la polaridad geomagnética, reducciones en el magnetismo terrestre y otros muchos macrofenómenos, a los que deberíamos añadir los múltiples y constantes fenómenos vulcanológicos, etc.. Y tengamos en cuenta que en esos momentos no existía una civilización humana generando un calentamiento global.
Cito como muy significativo, entre los múltiples ejemplos, la erupción supervolcánica masiva del TOBA (Sumatra, Indonesia) clasificada como mega-colosal, y que se  produjo entre los 69.000~77.000 años con el índice más alto VEI 8, de explosividad volcánica. Parece ser que ha sido la mayor erupción volcánica en la Tierra de los últimos 25 millones de años, que con sus cenizas produjo en el planeta un «invierno volcánico» durante decenas de años, y que llevó a la casi extinción total de flora y fauna, generando una reducción global de las temperaturas entre los 3º y los 15ºC.
Se sabe que produjo la muerte de la mayoría de los seres humanos de la época, reduciendo los millones de seres existentes a unos pocos miles de supervivientes, en base los estudios y trabajos del ADN mitocondrial presentados por Stanley H. Ambrose de la Universidad de Illinois en 1998, en donde aparece de manera clara un «cuello de botella» en la demografía de la población humana.
Más recientemente, el 8 de junio de 1783 el volcán Laki al sur de Islandia, sería la causa de la muerte de más de 6 millones de personas en todo el mundo, calificándose como una de las mayores catástrofes medioambientales de la historia europea. Y no quiero que debamos perder de vista la amenaza actual del supervolcán de Yellowstone [Wyoming, EE.UU.], con una caldera de 72x55 km² y cuya última supererupción se produjo hace 640.000 años. La última de las 142 que ha producido en los últimos 17 millones de años,… pensando además que el Yellowstone tiene la «mala costumbre estadística» de producir supererupciones en ciclos aproximados de 600.000 años y estos ya han vencido?.

No quiero con todos estos argumentos,
justificar el ataque que realiza el hombre contra la biosfera [1], contra la biocenosis [4], aunque sabemos que para muchos humanos el mal es connatural. Pensemos por ejemplo que si en los últimos seis mil años, prácticamente desde los orígenes de la civilización humana, el hombre no hubiera masacrado al hombre, y ejercido de forma inmisericorde la «damnatio memoriae» de las diversas culturas que se han ido sucediendo, la civilización actual se encontraría en un «estadio» mucho más avanzado. Eso ha perdido y retrasado a la civilización humana.
El ser humano, el HOMBRE, tampoco es consciente de sus muchas limitaciones  en el mundo en que vive, tan sólo regido por tres dimensiones. NO HA SIDO, NI SERÁ NUNCA CONSCIENTE de que el planeta Tierra como parte del Universo, evoluciona bajo esa cuarta dimensión del «TIEMPO», que se encuentra inserta en ese espacio-tiempo interestelar de la cuarta dimensión.
Me pregunto,… ¿será tras la muerte física, cuándo la persona pueda alcanzar esa cuarta dimensión, cuando consigamos la intemporalidad en el espacio-tiempo?
¿Es eso el cielo prometido?
El TIEMPO al ser humano, por su corta existencia, lo hace un ser infinitesimal, muy, muy temporal, y por ello, siempre poseerá un conocimiento y una visión igualmente infinitesimal de lo que sucede. Y si algún día merced a la ciencia, pudiera prever con antelación lo que va a suceder en algún aspecto, nunca podría evitar que los hechos se produjeran, como nunca podremos contener los seísmos y otros hechos de la Tierra.
La Madre Tierra es como dijo Pitágoras «un ser integro, vivo e inteligente» o como dijo en su obra Theory of the Earth, James Hutton, considerado el padre de la geología moderna:
«Considero que la Tierra es un superorganismo, y que su estudio apropiado debería hacerse mediante la fisiología»
La Tierra, créanme, es realmente un superorganismo con vida y control propio de todos sus sistemas, y los seres y la vida que la pueblan son un mal menor, un simple  accidente evolutivo surgido,… ¿por accidente?.


Siempre he pensado que somos un accidente evolucionado de la VIDA,
creada en la Madre Tierra, y cuya misión esencial desde hace 4576 MILLONES de años desde su formación (4470 mill.años tras el inmpacto de THEA), ha sido la de CREAR, PROTEGER Y MANTENER ESA VIDA, aunque no lo parezca. Los científicos todavía «no se explican» porqué concurrieron tantas circunstancias físicas, químicas, biológicas y ambientales, que propiciaran la vida y porqué fue precisamente aquí, en el planeta Tierra.
Nuestro planeta creo que ha sido una gigantesca incubadora que algo o alguien situó en este punto del universo, creada con alguna finalidad que desconocemos. Pero dicha existencia sin duda tiene una justificación, porque la vida como materia o entidad que es, forma parte del Universo, y según dijo Antoine-Laurent de LAVOISIER [1743~1794] en su Ley de la Conservación de la Materia:
«La materia no se crea ni se destruye, sólo se trasforma»
El mismo principio se vería posteriormente avalado por las propias teorías de EINSTEIN. Somos sin duda polvo de las estrellas.
Como veremos más adelante, mi creencia NO ES NADA ORIGINAL, ya había sido pensada antes por otros científicos, que mucho mejor que yo han sabido argumentar sus tesis, y que, aunque con pequeñas matizaciones conceptuales, observamos que éstas tesis son siempre coincidentes en su holismo ontológico [2]].
En muchos aspectos la Hipótesis GAIA y la Teoría del CAOS se unen, aspectos de la biosfera que se nos aparecen básicamente como caóticos, se encuentran realmente interrelacionados ocurren a propósito, en el CAOS como en GAIA, lo aparentemente caótico es realmente el resultado de un planeamiento globalizado que se escapa a nuestro conocimiento. Recordemos el efecto «mariposa».
La Teoría del CAOS nos ofrece nuevas visiones sobre la fenomenología del planeta. Algún día me referiré a ella.
Otras teorías científicas probadas, como la de las Estructuras Disipativas [11], o la de los Principios de la Termodinámica, no hacen más que corroborar científicamente en apoyo de la Hipótesis GAIA, las posibles argumentaciones existentes.
DEFINICIONES:
[1]. Biosfera [ecoesfera o biogesfera]: Es el ecosistema global del planeta Tierra, conjunto de todos los ecosistemas que lo conforman e incluye no sólo a los seres vivos, sino al medio físico que habitan y las relaciones que se producen entre ellos, incluyendo a los fenómenos ambientales que se dan en él. Muchos científicos establecen que es el espacio único donde la VIDA ha tenido lugar, dado que dentro del sistema solar, el planeta Tierra es hasta hoy el único lugar donde se conoce su existencia.
[2]. Holismo ontológico: Es el sistema de pensamiento que establece que las características de un ser o de un conjunto, solo pueden ser conocidas considerándolas en su conjunto y en su integridad total, y NO cuando se estudia cada una de sus partes por separado. Jan Christiaan Smuts establece en su obra Holismo and Evolución que holismo es: «la tendencia en la naturaleza y a través de su evolución creadora, a constituir sistemas o conjuntos que en muchos aspectos son superiores y más complejos que la suma de sus partes». Aristóteles lo definió en su Metafísica como «el todo es mayor que la suma de sus partes».
[3]. Geosistema: El geosistema considera al planeta Tierra como una unidad, que suma el conjunto de sus entidades bióticas o Biosfera, las abióticas que son la litosfera, atmósfera e hidrósfera, y las antrópicas formada por los seres vivientes. Entre todas ellas se producen permanentes interrelaciones que originan cambios en la estructura terrestre cualitativos y cuantitativos. El Geosistema es un sistema material que tiene la capacidad de autodesarrollarse y procurar un equilibrio en defensa de una evolución del sistema general. El Ecosistema es un bioma compuesto por la suma de la entidades bióticas, abióticas y antrópicas, y genera complejas interacciones entre la multiplicidad de organismos vivos  y los flujos de energía existentes.
[4]. Biocenosis: Llamada también la comunidad biótica, es el conjunto de los organismos vivos y sus especies, y el espacio ambiental que genera su supervivencia.



Ése insólito planeta llamado TIERRA (Gaia)
En esta página del Blog sólo quiero exponer teorías, datos científicos, opiniones personales y diversas hipótesis que completen la cosmovisión [6] del lector sobre la imagen o el concepto del mundo. Quiero intentar definirle al lector, los principios comunes que establecen dichas teorías o modelos sobre «lo existente», en resumen intento establecer dentro del ámbito de la metafÍsica [5]: una idea global sobre la estructura del mundo, que le sirva para fijar al lector el paradigma de sus propias ideas.
Lógicamente es necesario empezar por el origen de todo, por el origen del planeta Tierra.
En 2010 el Dr. John Rudge de la Universidad de Cambridge, en base al decaimiento radioactivo del hafnio 182 en tungsteno 182, vino en datar de la forma más exacta hasta la fecha la edad de la Tierra en 4470 millones de años, con una desviación del ±1%.. Si la datación más exacta de la edad del Sistema Solar es de 4567 millones de años, quiere ello decir que la acreción del planeta Tierra pudo durar en conformarse unos 100 millones de años más, a partir de planetesimales o granos de partículas y polvo interestelar que al chocar, se iban uniendo formando cuerpos más grandes.

Pero para los astrónomos la existencia de la Luna,
suponía una situación singular en sus teorías, su formación y origen ha sido durante decenios objeto de grandes debates y teorías. La revista Science ha publicado en el mes de junio/2014 [como vemos muy recientemente], el trabajo de investigación presentado por el Instituto Niels Bohr de la Universidad de Copenhague en la Conferencia de Geoquímica de Goldschmidt [California], que nos viene a «confirmar» que un protoplaneta de tamaño similar a Marte, chocó con la Tierra saliendo impulsados en el impacto materiales al espacio, que conformarían posteriormente la Luna. Esta teoría científica era hasta ahora la más aceptada pero hasta ahora no había sido probada. Dicha confirmación se basa en las mediciones de dos isótopos del oxigeno, titanio silicio y otros elementos, realizadas directamente sobre rocas lunares traídas en los viajes realizados a nuestro satélite.
Al parecer, al crearse el sistema solar, aparte de la Tierra formada a 150 millones de km. del Sol, debió existir otro protoplaneta con una masa parecida a Marte que oscilaba muy cercano a la Tierra, probablemente se encontraría posicionado en la misma órbita, situado antes que ella a unos 60º en el llamado cuarto punto de Lagrange, o después a ella también a unos 60º. Este protoplaneta al que se ha llamado THEIA, finalmente iría paulatinamente aproximandose a la Tierra hasta colisionar con ella de manera oblicua hace 4533 millones de años aproximadamente. En el inmenso impacto, los elementos más pesados de THEIA se hundieron en el centro de la Tierra, otros menos pesados se mezclaron y condesaron sobre la corteza terrestre y otra parte de ellos salió despedida al espacio formando bajo la fuerza de su propia gravedad, esféricamente la que sería nuestra Luna. El impacto inclinó el eje de la Tierra 23,5º, lo que sería la causa de la aparición en el planeta de las estaciones climáticas.



¿Pero, desde su colisión con Theia,
cuál es la Historia de nuestro planeta en los 4,47 eones de antigüedad [1 EÓN: 1.000 millones de años]?, ¿cómo apareció la vida?.
Una vez más quiero que el lector no pierda la conciencia de que estamos hablando de miles de millones de años, cuando sabemos que los seres humanos que habitaban en el Creciente Fértil [Oriente Medio] en el 8500~7000 a.C., fueron los primeros que comenzaron la cría sedentaria de animales y el cultivo y práctica de la agricultura. Y que «la primera Civilización», considerada con tal, se produjo en tierras de Sumeria [Oriente Medio] entre el 4000~3000 a.C.. La Civilización humana sólo tiene una antigüedad de aprox. 6000 años.
¿Qué suponen 6000 años de edad, frente a los miles de millones de la Tierra?.
Todo lo que se conoce ES MUY POCO, con excepción de lo investigado sobre la base real de restos arqueológicos obtenidos en excavaciones realizadas a una profundidad de la superficie terrestre que siempre es muy limitada. Lo que se conoce son por lo tanto hipótesis cuya datación en el mejor de los casos, oscilan temporalmente en miles de millones de años. Es decir no sabemos prácticamente nada de forma certera. Por eso y por la necesidad de ser lo más conciso posible, voy a citar sólo hechos puntuales conocidos.
Tras el choque con Theia, la Tierra era una masa incandescente, con una intensísima actividad volcánica cuyo calor procedente del interior no permitía que los materiales vertidos al exterior se solidificaran, actividad a la que se unía la acción producida por los numerosísimos impactos de meteoritos, al no tener la Tierra una atmósfera protectora.  Estudios recientes parecen avalar la existencia también de una atmósfera primitiva muy densa que también impedía la disipación del calor terrestre por irradiación, dando lugar a un mayor aumento del calor de la corteza y a la fusión de las capas superficiales del planeta.

Después de un período seguramente de cientos de millones de años,
esta intensísima actividad plutónica generó una gran cantidad de gases entre los que se encontraban inmensas cantidades de vapor de agua contenido y atrapado en las rocas, y en el interior de la masa eruptiva, formando una atmósfera que quedó «atrapada» por el ámbito gravitacional de la Tierra, dada su masa, y que gradualmente tras millones de años permitió reducir las temperaturas en la superficie y la formación de una corteza terrestre solidificada.
Hoy día ya ha sido demostrado por los geólogos que en las grandes erupciones, los principales componentes gases que se envían a la atmósfera son el H2O [68%], el CO2 [13%] y el N2 [8%], proporciones detectadas por ejemplo en el Halema´uma´u caldera del Kilauea en Haway, y el resto son principalmente humos sulfurosos [según Rubey el 99% de los gases existentes en la atmósfera proceden del manto terrestre]. Estas ingentes cantidades de agua en forma de vapor y de los procesos geotermales, una vez enfriada en la atmósfera se condensa en forma de lluvia y sirve para generar y alimentar ríos, lagos y corrientes de aguas tanto superficiales como freáticas, que como sabemos terminan desembocando en mares y océanos.
Esta es al parecer la tesis más «aceptada» del origen del agua en la Tierra.
La antigua teoría de su procedencia de asteroides y meteoritos ya ha sido desestimada. Algunos autores llaman a esta teoría Atmósfera I.


Siguiendo un orden en la antigüedad del planeta, la existencia de la VIDA,
surgió bastante pronto en la Tierra a partir de la materia inerte, según las teorías científicas más extendidas, estimándose que podría haber ocurrido en algún momento entre los 4400 y los 2700 millones de años. Se cree que la intensa actividad volcánica unida a la radiación ultravioleta pudo hacer evolucionar estas primigenias células, al desencadenar reacciones químicas que a partir de moléculas simples como el metano y el amoníaco, o en zonas como las chimeneas volcánicas submarinas conocidas como «fumarolas negras» [extremófilos], pudieran evolucionar a moléculas más complejas.
Parece probada la existencia en este período de esa Tierra Primitiva de la formación de una «sopa orgánica» que poco a poco fue disipándose hasta la aparición de la atmósfera, en donde la moléculas reaccionaron unas con otras durante bastante tiempo, hasta que surgió una nueva molécula a la que los científicos han venido en llamar el «replicador», por tener la propiedad de promover reacciones químicas que facilitaban la creación de una copia de sí mismo, lo que significaría el comienzo de la evolución.
Si ha quedado probado, que toda la vida conocida excepto algunos virus y priones, de forma casi idéntica usan el ADN como su replicador. Este último antepasado común universal [last universal common ancestor], denominado LUCA por sus siglas es al parecer el hipotético primer organismo, hace aproximadamente 3500 millones de años en el llamado Eón Arcaico, siendo considerado el antepasado común más reciente del conjunto de todos los seres vivientes, incluso de los conocidos como fósiles.
Wiilliam Schopf de la Universidad de California, Los Angeles [UCLA], en 2002 publicó un artículo en la revista Nature, sobre los estromatolitos o camas [7] del Precámbrico en la Formación Siyeh del Parque Nacional de los Glaciares [EE.UU.] defendiendo la existencia de estos fósiles hace 3500 millones de años. En el mismo, establece la presencia de formaciones de estromatolitos [7] formados a partir de la fijación en aguas someras de partículas carbonatadas que realizan las cianobacterias [8], liberando oxígeno mediante la fotosíntesis [hace unos 3000 millones de años] y retirando grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera, y produciendo moléculas ricas en energía como los carbohidratos.
A partir de esos momentos, la radiación ultravioleta excitó parte del oxigeno formando el ozono, que se fue acumulando en la cara superior de la atmósfera y creando, lo que se denomina como la tercera atmósfera de la Tierra. Tales estromatolitos fósiles [7]  que se encuentran en todas las eras geológicas, serían las formas y los primeros principios de vida conocidos. El mismo tipo de estructuras estromatolíticas han sido encontradas en otros puntos del planeta como en Warrawoona [Australia].
DEFINICIONES:
 [5]. Metafísica: Rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad.
[6]. Cosmovisión: Es la forma de ver e interpretar el mundo. Es el conjunto de creencias que permiten analizar y reconocer la realidad a partir de la propia existencia.
[7]. Estromatolitos o camas: Son formas de la célula primitiva (del griego strōma=cama/alfombra y litho=piedra). Son estructuras carbonatadas estratificadas que tienen formas diversas, que se han formado en aguas someras por la captura y fijación de partículas carbonatadas por parte de las Cianobacterias.
[8]. Cianobacterias: comprende a esas bacterias que tienen la capacidad de realizar la fotosíntesis con desprendimiento de oxígeno, como las plantas, conformándose en grandes colonias. Son las únicas bacterias procariontes o organismos procariotas que se caracterizan por poseer componentes intracelulares hidrosolubles en el agua, es decir tener proteínas, ADN y metabolitos solubles en agua. También se las denomina como algas verdeazules, verdeazuladas o cloroxibacterias debido a contener pigmentos clorofílicos que le confieren un color característico dada su similitud, morfología y funcionamiento de las algas. Estas células miden unos pocos micrómetros de diámetro, pero son mayores que las otras bacterias.



Eras de la Tierra, las Derivas Continentales y las Placas Tectónicas.
Creo necesario hacer un paréntesis hablando de estos tres puntos fundamentales, que servirán para establecer las bases de lo que más adelante se quiere describir.
La International Commission on Stratigraphy, es el organismo que ha establecido a nivel global la escala temporal estratigráfica, que sirve de base para establecer la escala de tiempo geológico, facilitando las correlaciones geológicas y las comparaciones paleontológicas y geobiológicas entre las diversas zonas del mundo. Dicha Comisión recoge la Eras en la Historia de la Tierra a las que divide en un total ONCE, con:
UNA en el eón Hádico,
CUATRO en el eón Arcaico,
TRES en el eón Proterozoico y
TRES en el eón Fanerozoico,
según el siguiente Cuadro,
PRECAMBRICO [supereón]
[desde -4470 al -900] En millones de años

Eón Hádico
[desde -4470 al -4000]
Eón Arcaico
[desde -4000 al -2500]
Eón Proterozoico
[desde -2500 al -900]
Eón Fanerozoico
[desde -900 al -10]

Eoarcaico
Paleoproterozoico
Paleozoico
Paleoarcaico
Mesoproterozoico
Mesozoico
Mesoarcaico
Neoproterozoico
Cenozoico [Terciario]
Neorarcaico
   Composición: JUAN ADIA

VER: Escala temporal geológica

Hasta 1912 [100 años son sólo 124,14 segundos en la vida de la Tierra], que Alfred Lothar Wegener,
planteara su teoría sobre la deriva de los continentes [inicialmente descartadas por la mayoría de los científicos de la época], a partir de sus observaciones empírico-racionales de las masas continentales. Hasta 1912 pues, no se sabía nada sobre el comportamiento de la litosfera terrestre desde que le planeta se formó. Debemos tener presente que estamos hablando del 1912 [ayer].
Alfred Wegener [1880~1930] fue el primero que conjeturó que los continentes actuales habían estado unidos en un pasado remoto, y que inicialmente deberían de haber formado un solo supercontinente al que denominó Pangea, cuyo significado es «toda la tierra». Las hipótesis de Wegener inicialmente fueron muy discutidas, por no decir rechazadas, por su tesis inicial de que las masas continentales, incluyendo los fondos oceánicos, se desplazaban igual a como se desplaza una alfombra sobre el piso de una habitación, teoría que se haría realidad años más tarde con la teoría de las Placas Tectónicas. La inmensa fricción y las fuerzas que implicaban, inimaginable para el mundo científico de la época, motivó el rechazo de las teorías de Wegener.
Debemos recordar que la Litosfera, que se encuentra compuesta por rocas y minerales, es la capa solidificada exterior más fría y rígida de la Tierra, y que tiene desde su límite inferior hasta la superficie del planeta un espesor total aproximado a los 60 kms..
Formando parte de ella y situada en su capa inferior se encuentra la Corteza, con un espesor total aproximado de 35 kms.. La parte de la Corteza en la que se encuentra la base de los continentes, islas y archipiélagos, se la denomina como Sial, y a la situada bajo el fondo oceánico, el Sima. Todo el conjunto, como hemos citado, forma la Litosfera, capa que se apoya sobre el denominado Manto superior o Manto, que a su vez tiene un espesor variable entre los 30 y los 60 kms.
En 1960 nace la teoría geológica de la Tectónica de Placas, a partir de las investigaciones de Harry Hammond Hess, John Tuzo Wilson, Bruce Heezen, Harry Hess, Robert Dietz y otros, que recoge en toda su amplitud la teoría de la Deriva Continental y la de la expansión del fondo oceánico, por lo que Wegener es reconocido con toda justicia como su precursor.
¿Por qué se mueven la placas tectónicas?.
El origen del movimiento de la Litosfera se encuentra en el Manto, que aunque es sólido debido a las altas temperaturas a las que se encuentra sometido, en sus capas más cercanas al núcleo, se comporta como un material dúctil y permite deformaciones sin romperse. Se producen entonces unas corrientes de convección global en la capa inferior del manto más próxima al núcleo, por las diferencias de densidad y temperatura,  en la que interviene también la gravedad, que al ser muy intensas en esas zonas profundas del manto situadas en contacto con el núcleo, funden parcialmente grandes masas de roca y materiales.
Los materiales más ligeros ascienden por convección hacia la superficie produciendo corrientes ascendentes de materiales calientes, plumas y penachos que llegan a alcanzar la litosfera, la atraviesan y contribuyen a la fragmentación de los continentes. Por el contrario en las fosas oceánicas, grandes fragmentos de la zona inferior de la Litosfera se enfrían hundiéndose en el Manto y originan corrientes descendentes. Estas corrientes ascendentes y descendentes que se producen en el Manto, parece que son la causa del movimiento de las placas tectónicas que fragmentan la totalidad de la litosfera, conociéndose hasta la fecha la existencia de 15 placas principales y otras 43 placas secundarias. Y las placas se mueven costantemente.
Las placas tectónicas parece que se desplazan sobre la superficie del planeta unas respecto a otras, a una velocidad aproximada de 2,5 cms./año, interaccionando entre sí a lo largo de sus límites de formación, promoviendo deformaciones tanto en la corteza como en la Litosfera, y dando lugar a lo largo de miles de años a la formación de las grandes cadenas montañosas como la del Himalaya, Alpes, Atlas o los Urales [ciencia a la que se denomina orogénesis].


Supercontinentes: sus formaciones y fragmentaciones desde el Eón Arcaico
Seguramente la corteza terrestre en los comienzos del eón Arcaico, entre el 4000 al 3500 millones de años como parecen probar las colonias de estromatolitos [7] descubiertas, ya habría perdido gran parte de su calor en grandes zonas de la superficie terrestre, y con ello habrían comenzado los procesos de formación atmosférica y la de los océanos, propiciando, como hemos visto, los inicios de la vida sobre el planeta. Pero por supuesto estamos hablando de hipótesis cuya exactitud se basa en decenas o centenas de millones de años, y eso aún tomándolas como hipótesis, «son muchos años».
El supersistema planeta Tierra es un «todo vivo», muy complejo, siempre activo y que como veremos con capacidad propia de autorregularse globalmente.
En los miles de años desde su formación, han sido muchas las transformaciones que han tenido lugar en el planeta Tierra. Hemos hablado que en 1912 Alfred Wegener, merced a sus observaciones y estudios, no sólo por las formas de los continentes, sino por la similitud entre la fauna fósil y de ciertas formaciones geológicas, dedujo la existencia de un gran supercontinente en un pasado remoto al que denominó Pangea, y de cuya fragmentación y separación proceden los continentes actuales. Pero lo que Wegener no dedujo, es que antes de la formación de Pangea habían existido «otros» supercontinentes, que posteriormente la ciencia ha definido y que también han sufrido varios procesos de agrupación y desagrupación de las masas terrestres de la Litosfera.
A la par que se producían estos megaprocesos de orden cataclísmico con las agrupaciones y fragmentaciones repetidas de la Litosfera, se producían «en el tiempo», otras transformaciones no menos importantes de orden climático como las Glaciaciones,  o de orden geomágnético como los numerosos cambios [reversiones] de la polaridad y del campo magnético terrestre, de los que tenemos menos información.
Como vemos, la Tierra en sus 4470 millones de años no ha sido precisamente un «planeta aburrido» para la vida existente.
A continuación seguiremos secuencialmente por puntos, la formación de los Supercontinentes que se conocen como creados en el planeta, las Glaciaciones y períodos Interglaciares conocidos y las Extinciones masivas habidas.

En aras de la síntesis, hablaremos de estos procesos simplemente definiéndolos, así:
       Hace 2600 mill. años se estima que las células Procariotas [9] habrían colonizado la Tierra, antes que las Eucariotas [9].
       1ª Glaciación: Conocida como HURORIANA se produjo en el Precámbrico, entre 2400 y 2100 millones de años, con una duración aproximada de unos 300 mill. de años.
       1º Supercontinente: Entre los 1800 y los 1500 mill. años, parece ser que existió el supercontinente más antiguo, al que se le ha denominado como Columbia.
       Entre los 1500 y los 1100 mill. años, Columbia siguió un proceso inicial de fragmentación de la Litosfera y una posterior agrupación para formar un nuevo supercontinente: Rodinia.
       2º Supercontinente: Hace 1100 mill. años se formó el supercontinente: Rodinia.
       Existe la evidencia molecular de que los hongos habían colonizado ya la Tierra hace 1000 mill. años, así como las plantas pluricelulares.
       Se calcula que hacia los 900 mill. años los organismos pluricelulares podrían haber evolucionado a los animales.
       2ª Glaciación: en el CRIGÉNICO, Considerada como «global» en el planeta y la más severa, se produjo entre el 850 y el 635 mill. años. Fue una de las que produjo en el planeta su congelación completa, denominada como Tierra Bola de Nieve.
       El supercontinente Rodinia comienza a fracturarse hace 750 mill. años. Sobre dicha época grandes cantidades de dióxido de carbono volcánico llegaron a la atmósfera, produciéndose un efecto invernadero en la Tierra que aumentó la temperatura global.
       Surgieron las algas verdes, sobre los 700 mill. años.
       3º Supercontinente: Entre los 1100  y los 600 mill. años, Rodinia siguió un proceso inicial de fragmentación de la Litosfera y una posterior agrupación para formar un nuevo supercontinente: Pannotia.
       Hace 600 mill. años se formó el supercontinente (3º): Pannotia. Unos 50 mill. años después comenzó de nuevo a fracturarse [sobre los 550 mill. años].
       Se estima que hace 530 mill. años comenzaron a aparecer los peces y los primeros vertebrados, existiendo pruebas [no confirmadas] sobre los artrópodos.
       Extinción masiva: Parce ser que se produjo hace 488 mill. años, a finales del Cámbrico, pero no es citada por muchos especialistas. Y la vida se rehizo.
       1ª Extinción masiva: Se produjo hace 439 mill. años, a finales del Silúrico y comienzos del Devónico, despareciendo un 85% de la vida del planeta, peces y plantas terrestres. Pero la vida se rehizo.
       3ª Glaciación: A finales del período Ordovícico, la  Andina-Sahariana, entre el 460 y el 430 mill. años, se produjo una nueva Glaciación, que pudo ser la causa de una nueva Extinción masiva.
       Entre los 380 y los 375 mill. de años, a partir de los peces, aparecieron los primeros Tetrápodos.
       2ª Extinción masiva: Se produjo hace 367 mill. años, a finales del Devónico, despareciendo un 83% de la vida del planeta entre los que se encontraban los tetrápodos. Pero la vida se rehizo.
       4ª Glaciación: En el Carbonífero inferior, la Karoo, entre 350 a 250 mill. años, se produjo una nueva Glaciación, siendo el enfriamiento global probablemente la causa de una nueva Extinción masiva.
       Entre los 550 mill. años en que Pannotia comenzó a fragamentarse, proceso al que siguió una posterior agrupación de la Litosfera, formándose un nuevo supercontinente: Pangea.
       4º Supercontinente: Hace 300 mill. años se formó el supercontinente Pangea, el cuarto de los formados y el más cercano y último a los tiempos actuales.
       5ª Glaciación: Se produce en el Permocarbonífero dentro del Paleozoico, llamada la Glaciación Cuaternaria, con extensos períodos glaciales hace 295 mill. años.
       3ª Extinción masiva: Se produjo a finales del Carbonífero, despareciendo los reptiles. Pero la vida se rehizo.
       4ª Extinción masiva: Esta vez fue prácticamente Global [ha sido la más masiva], y se produjo hace 251 mill. años, en los límites entre el Pérmico y los comienzos del Triásico, despareciendo un 95% de la vida del planeta entre los que ya se encontraban los mamíferos. Pero la vida se rehizo.
       5ª Extinción masiva: Se produjo hace 208 mill. años, a comienzos del Jurásico, despareciendo un 80% de la vida del planeta entre los que ya se encontraban los dinosaurios y las aves. Pero la vida una vez más se rehizo.
       Hace 180 mill. años el supercontinente Pangea se fragmenta dividiendo la Litosfera en dos continentes: Laurasia y Gondwana. Pangea seguiría a los largo de decenas de mill. de años fragmentándose y separándose, dando lugar a la formación de los continentes tal y como los conocemos hoy.
       1º P. interglacial: Se produce en el Cretácico, dentro del Mesozoico, hace 144 mill. años.
       6ª Glaciación: Se produce en el Paleógeno, dentro del Cenozoico, hace 80 mill. años.
       6ª Extinción masiva: Aunque muchos especialistas no la incluyen, se produjo hace 65 mill. años, en los límites entre el Cretácico y el Terciario, al impactar un Meteorito sobre la península del Yucatán, despareciendo un gran porcentaje de la vida del planeta entre los que ya se encontraban los grandes animales y los dinosaurios no-aves, que se extinguieron en su totalidad. Pero la vida una vez más se volvió a rehacer, por eso estamos aquí.
       2º P. interglacial: Se produce en el Eoceno superior, dentro del Cenozoico, hace 40 mill. años.
       7ª Glaciación: Se produce en el Oligoceno, dentro del Cenozoico, hace 37 mill. años.
       8ª Glaciación: Llamada como Biber, se produce dentro del Pleistoceno, hace 2,5 mill. años.
       3º P. interglacial: Llamado Biber-Donau, se produce dentro del Pleistoceno, hace 2 mill. años.
       9ª Glaciación: Llamada como Donau, se produce dentro del Pleistoceno, hace 1,8 mill. años.
       4º P. interglacial: Llamado Donau-Günz, se produce dentro del Pleistoceno, hace 1,4 mill. años.
       10ª Glaciación: Llamada Günz o Nebraska, se produce en el Pleistoceno, hace 1,1 mill. años.
       5º P. interglacial: Llamado Günz-Mindel, se produce dentro del Pleistoceno, hace 750.000 años.
       11ª Glaciación: Llamada Mindel o Kansas, se produce en el Pleistoceno, hace 580.000 años.
       6º P. interglacial: Llamado Mindel-Riss, se produce dentro del Pleistoceno, hace 390.000 años.
       12ª Glaciación: Llamada Riss o Illinois, se produce dentro del Pleistoceno, hace 200.000 años.
       7º P. interglacial: Llamado Riss-Würm, se produce dentro del Pleistoceno, hace 140.000 años.
       13ª Glaciación: Llamada Würm o Wisconsin, se produce en el Pleistoceno, hace 80.000 años.
       La aparición del Homo Sapiens [10]: originada al parecer en África, pero no se conoce con exactitud su antigüedad en el planeta, discutiéndose actualmente su presencia en los 200.000 años, aunque conjeturándola de una forma más certera, a través de los antiguos fósiles obtenidos que la cifran en los 160.000 años. No obstante el pasado del Homo Sapiens fue muy diversificado incluyendo a muchas especies que se extinguieron hace muchos miles de años. Por ejemplo el Homo Neanderthalensis se calcula que se extinguió hace unos 45.000 años y el Homo Floresiensis hace tan solo 12.000 años. En Europa no hay rastros anteriores a los 33.000 años del Homo Sapiens. Si nos basamos en los restos y obras que han llegado a nuestros días tenemos por ejemplo la datación de las pinturas rupestres [seguramente de origen religioso o mágico], que fueron realizadas hace 32.000 años, o objetos como la Venus de Willendorf que fue hallada en un yacimiento paleolítico en Willendorf (Austria), cuya antigüedad se cifra entre los 22.000 y los 20.000 años a.C..
En cualquier caso la antigüedad del ser humano en el planeta Tierra es de «ayer».
       8º P. postglacial: Período actual, dentro del Holoceno, se inicia hace 10.000 años.

Y no he les he hablado: de las reversiones de Polaridad Magnética de la Tierra [al menos 14 veces conocidas]; de las reducciones del Campo Magnético Terrestre, la única pantalla que nos defiende de las peligrosísimas radiaciones solares; tampoco de los Meteoritos y Asteroides que la han bombardeado y la pueden bombardear, ni por supuesto de «todo» lo que nos puede llegar a través del espacio interestelar.
Deberíamos agradecer todas las mañanas al ver el sol, «que no haya sucedido nada mientras dormimos».

Períodos GLACIALES e INTERGLACIARES
IMA
Denominación
Antigüedad
Época
GLACIAL.1
1ª Glaciación: Precámbrico
2000 m. años
Eón Proterozoico
GLACIAL.2
2ª Glaciación
770 m. años
Eón Fanerozoico
GLACIAL.3
Ordovícico
440 m. años

Eón Fanerozoico:
Paleozoico

Mesozoico
GLACIAL.4
Carbonífero inferior
350 m. años
GLACIAL.5
Permocarbonífero
295 m. años
Interglacial.1
Cretácico
144 m. años
GLACIAL.6
Paleógeno
80 m. años

Eón Fanerozoico:
Cenozoico

Interglacial.2
Eoceno superior
40 m. años
GLACIAL.7
Oligoceno
37 m. años
GLACIAL.8
BIBER
2,5 m. años






Pleistoceno
Interglacial.3
BIBER-DONAU
2 m. años
GLACIAL.9
DONAU
1,8 m. años
Interglacial.4
DONAU-GÜNZ
1,4 m. años
GLACIAL.10
GÜNZ o NEBRASKA
1,1 m. años
Interglacial.5
GÜNZ-MINDEL
750.000 años
GLACIAL.11
MINDEL o KANSAS
580.000 años
Interglacial.6
MINDEL-RISS
390.000 años
 GLACIAL.12
RISS o ILLIONIS
200.000 años
Interglacial.7
RISS-WÜRM
140.000 años
GLACIAL.13
WÜRM o WISCONSIN
80.000 años
Postglacial.8
(actual)
10.000 años
Holoceno
                                                                                                                    Composición: JUAN ADIA
 

 [9]. Procariotas y Eucariotas: La células Procariotas, pertenecientes al dominio Archaea, fueron las primeras células vivas en el planeta y se han descubierto fósiles con una antigüedad de 3500 mill. años, sufriendo a lo largo del tiempo una gran diversificación. A lo largo de los milenios sufrieron un lento proceso evolutivo que las llevó hacia los 1500 mill. años a convertirse en células Eucariotas. Las células Procariotas no poseen un núcleo celular diferenciado, es decir su ADN no se encuentra confinado en el interior del núcleo, sino que se encuentra libremente situado en el citoplasma. Esta es la diferencia con las Eucariotas, en las que su ADN se encuentra siempre dentro de un compartimento separado del resto de la célula.
[10]. Homo Sapiens: Su nombre científico y antropológico se lo asignó en 1758 el científico, naturalista, botánico y zoólogo sueco Carlos Linneo [1707~1778], al ubicar a los humanos como Homo Sapiens, entre los primates en la 1ª edición de su obra Systema Nature. Se basó en sus rasgos biológicos más determinantes como especie: su capacidad como ser humano de realizar operaciones conceptuales y simbólicas muy complejas como el uso en la comunicación de un sistema lingüístico sofisticado, su capacidad de un razonamiento abstracto y lo que para Linneo era más destacado, su capacidades de introspección y especulación. Por eso lo denominó como Homo «hombre» y Sapiens «sabio».
[11]. Estructuras Disipativas: Constituyen la existencia, la aparición de estructuras coherentes, autoorganizadas, en sistemas que están lejos de encontrarse en equilibrio. Ilya Prigogine [1917~2003], belga de origen ruso, físico, químico, profesor universitario de la Universidad Libre de Bruselas, Chicago y Texas en los EE.UU. Belga, autor del concepto de las Estructuras Disipativas, por la que se le concedió el Premio Nobel de Química en 1977 «por su gran contribución a la acertada extensión de la Teoría de la Termodinámica a sistemas alejados del equilibrio, que sólo pueden existir en conjunción con su entorno» 

 La hipótesis de GAIA

El autor y sus teorías
James Epharaim Lovelock [1919], científico, meteorólogo, químico atmosférico y escritor, nacido en Hertfordshire, Inglaterra, titulado por la Universidad de Manchester, es el autor conocido de la Hipótesis GAIA que define al planeta Tierra como un sistema autorregulado.
Lovelock, investigador del Medical Research Council de Londres, publicó la Hipótesis GAIA en 1979 y ha llevado a cabo también investigaciones en las Universidades de Yale, Baylor y Harvard en los EE.UU., habiendo sido llamado por la NASA [1965] para colaborar como asesor y participar en un programa que tenía como objetivo principal la búsqueda de métodos y sistemas que permitieran la detección de vida en Marte. La Geological Society of London lo galardonó con la mellada Wollaston en 2006 por la:  «creación de un campo de estudios enteramente nuevo en Ciencias de la Tierra»: la Ciencia del sistema Tierra.

Teorías hechas en 1979: El 2030, año de un posible colapso mundial
Las previsiones de Lovelock para el 2040 se ajustan a un análisis empírico-racional del comportamiento climatológico del planeta Tierra a lo largo de miles de millones de años, al que une, la situación medioambiental generada por el hombre en los últimos cien años. Curiosamente promueve el uso de la energía nuclear [a la que considera más limpia], como energía sustitutoria de la de los combustibles fósiles, con el fin de evitar que el sistema atmosférico llegue a un punto sin retorno.
Para Lovelock (publicado en el Daily Mail el 22 de marzo del 2008), en el 2040 es factible que solo un 20% de la población mundial consiga sobrevivir al colapso climático que se va a producir, derivado de la extrema situación en que estamos. Los bienes primarios y esenciales como el agua, la electricidad y una atmósfera respirable, serán solo accesibles para los ricos del planeta. Supone que parte del mismo se encontrará bajo el agua al producirse grandes deshielos en los polos y subir el nivel de los océanos. El clima se extremará generando por un lado desertizaciones en grandes superficies de la tierra, como por ejemplo en Europa, pudiendo países como el Reino Unido o Irlanda desaparecer como territorios habitables al ser absorbidos por el nivel del mar. Pero esto ya ha ocurrido antes.
Personalmente creo que el pronóstico de Lovelock podría tener visos de verosimilitud hace treinta años, pero hoy, a tan solo 26 años del 2040 y con el conocimiento cercano de la evolución de la climatología, el cumplimiento de lo expresado tendría que ser la consecuencia de un gran cataclismo medioambiental que produjera un aumento drástico de la temperatura media por encima de los 3ºC. No dudo que pueda ocurrir en los próximos decenios, pero dudo que se cumplan para el 2040. Aunque también puede haber ocurrido que Gaia, como organismo controlador y anticipándose una vez más, le haya arruinado el pronóstico a Lovelock, al ir corrigiendo las actuaciones nefastas del hombre contra la biosfera en estos últimos decenios.
James Lovelock también señala que «el reciclaje, las políticas medioambientales sostenibles y las energías alternativas, ya no solucionan nada». Que contrariamente a como se piensa, «la reforestación empeora aún más las cosas y que tomar decisiones de consumo ecológicas, son sólo gastos onerosos». Cree que cuando el «inevitable desastre» suceda, deberíamos contar con «una energía nuclear limpia y mucha comida sintética».
Finalmente ratifica [y participo de sus ideas en lo último manifestado], que:
«Nunca vamos a obtener del viento o del sol, la energía suficiente para cubrir el consumo energético de una sociedad como la nuestra...
La mayor parte de los humanos desaparecerán, pero los que queden, cambiarán y entenderán cómo hay que vivir realmente en Gaia»


GAIA, una nueva visión de la vida sobre la Tierra
En la Hipótesis GAIA, Lovelock establece que la Biosfera que compone la parte superficial del planeta Tierra, se comporta como un todo coherente en donde la vida, parte esencial, se encarga de autorregular las condiciones del entorno físico para fomentar unas condiciones esenciales para la supervivencia, tales como la temperatura, composición química y la salinidad de los océanos. Gaia sería el sistema autorregulador que tendería siempre a un equilibrio global.
Lovelock definió a Gaia como:  «una entidad compleja que implica a la biosfera, atmósfera, océanos y la propia tierra, constituyendo en su totalidad un sistema retroalimentado, que busca siempre un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta».
Este sistema de control global habría mantenido constantes, factores esenciales para la continuidad de la vida a lo largo de miles de millones de años, y fundamentalmente:
          «La temperatura global de la superficie de la Tierra ha permanecido constante, a pesar del incremento en la energía proporcionada por el Sol».
Pensemos que el planeta en sus orígenes, recibía del sol aprox. un 30% menos de la energía que ahora le trasmite a la Tierra.
          «La composición atmosférica permanece constante, con un N2 [78%], O2 [21%], y CO2 [0,03%], aunque debería ser inestable».
          «La salinidad del océano, desde el principio de su formación, permanece inexplicablemente constante e inferior al 5~6% que supondría la muerte de la vida en los océanos y por ende, en la Tierra»
Es decir, la hipótesis de Gaia lo que propone es, que dadas unas condiciones iniciales que hicieron posible el inicio de la vida en el planeta, ha sido la propia vida a lo largo de miles de millones de años la que ha ido corrigiendo los desajustes que se han producido, para que dichas condiciones permanezcan dentro de los parámetros que favorecen el mantenimiento de la vida, y por lo tanto, que las condiciones resultantes son consecuencia y responsabilidad de la propia vida que habita el planeta.
El propio Lovelock pone como ejemplo las condiciones necesarias para la vida, según la composición existente en otros planetas [sin y con vida], para que veamos las diferencias:
          CO2             : Marte 95 %, Venus 98 %, Tierra (sin vida) 98 %, Tierra (con vida) 0,03 %.
            O2             : Marte 0,13 %, Venus trazas, Tierra (sin vida) trazas, Tierra (con vida) 21 %.
Sobre la hipótesis Gaia se han celebrado varias conferencias internacionales, con la finalidad de esclarecer sus fundamentos. La 3ª conferencia sobre la hipótesis Gaia, tuvo lugar en Valencia [2000], organizada por la Universidad de Valencia y la American Geophysical Union, centrándose en esta ocasión en los mecanismos específicos mediante los cuales la homeostasis [12] básica de la Tierra, se pudo mantener dentro del marco de los cambios producidos a lo largo de los miles de millones de años.
Se pretendía contestar a preguntas tan importantes como las siguientes:
          ¿Cómo ha cambiado el sistema global biogeoquímico/clima llamado Gaia con el tiempo? ¿Puede Gaia mantener la estabilidad del sistema en una escala de tiempo, pero aún así experimentar cambios en escalas de tiempo más largas?.
          ¿Cuál es la estructura de Gaia? Los diferentes tipos de retroalimentadores ¿son suficientemente fuertes como para influir en la evolución del clima?.
          ¿Cómo se relacionan con la realidad los diferentes modelos de procesos y los fenómenos de Gaia?, y ¿cómo pueden estos ayudar a entender Gaia?.

[12]. Homeostasis: Propiedad que tienen los organismos vivos de mantener y presentar una situación fisico-química característica y constante, dentro de ciertos límites, compensando los cambios impuestos por su entorno o el medio ambiente, movilizando para ello sistemas de autorregulación tales como el sistema nervioso central, el sistema endocrino, el sistema excretor, el sistema circulatorio, el sistema respiratorio, etc.. Fue el fisiólogo estadounidense Walter Bradford Cannon en 1929, el que denominó a esta estabilidad fisiológica como homeostasis.
[5]. Metafísica: Rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad.
[13]. Entropía: representa la medida de la degradación del universo durante cada proceso natural. Este atributo puede ser concebido, como el grado de disipación de la energía o fuerza que permita que el sistema funcione, tanto si se trata de una disipación interna en el sistema como si se trata de una exportación al medio ambiente. También debe considerarse que la entropía de un sistema aislado no puede nunca disminuir, y que en todo proceso natural se produce un aumento de entropía.



La hipótesis de GAIA. Comentarios y citas del texto.
A lo largo de estas líneas voy a tratar de sintetizar los pensamientos expresados por Lovelock en la hipótesis de GAIA. Los desarrolla tras un Prefacio, en nueve capítulos en los que trata de llevar al lector al conocimiento de su análisis empírico-racional sobre la evolución de la Tierra, indiscutiblemente desde un punto de vista metafísico [5].
Hace mención en su Prefacio a la trascendencia del concepto de Madre Tierra a través de los tiempos, en todas las religiones y culturas del mundo. Gaia ha sido desde siempre la diosa que lo da o lo quita todo, a la que hay que rendir homenaje y culto, creencia, realizar ofrendas y ejecutar sacrificios, lo que se ha repetido a lo largo de casi todas las culturas en la historia de la humanidad a lo largo de miles de años,
Gaia considera que la Biosfera es «algo más que el conjunto de todos los seres vivos de la tierra, el mar y el aire». La materia viviente de la Tierra y su aire, océanos y superficie, considera que forman un sistema complejo al que puede por ello considerársele como un organismo individual, capaz de mantener las condiciones que hacen posible la vida.
Preliminares
El propósito del libro es puramente un proceso de investigación, es la indagación y la búsqueda de encontrar, de comprender lo que es Gaia, a la que considera la mayor criatura viviente de la Tierra.
Y se pregunta que si Gaia existe, «sabremos entonces que los muy diferentes seres vivos que pueblan este planeta, especie humana incluida, son las partes constitutivas de una vasta entidad que, en su plenitud, goza del poder de mantener las condiciones gracias a las cuales la Tierra es el hábitat adecuado para la vida».
La hipótesis Gaia generó inicialmente un rechazo entre los científicos, pero a pesar de ello, la idea de la disminución o la inversión de la entropía [13] como el reflejo de un signo de vida, quedó atrapada en la mente de Lovelock, fue madurando poco a poco, hasta que algunos científicos como Dian Hitchcock, Sidney Eptonn, Peter Simmonds y especialmente Lynn Margulis, la hicieron fraguar en lo que es el contenido de la teoría actual. Lovelock aduce que la conspiración de silencio inicial a su hipótesis era fundamentalmente debida «a la fragmentación en la que se encuentra la ciencia, en disciplinas aisladas, cuyos especialistas respectivos suponen que los “demás” se habrán encargado de la tarea».
Los resultados obtenidos en su investigación le convencieron de que la única explicación factible a la formación de la atmósfera terrestre, altamente improbable de que se produjera en condiciones normales, era su manipulación diaria desde la superficie, y el agente manipulador no era otro  que la «vida misma».
Establece por ejemplo, que la presencia de metano y oxígeno en nuestra atmósfera, a la temperatura irradiada por el sol, los dos gases reaccionarían químicamente dando dióxido de carbono [CO2] y vapor de agua [H2O].  La tasa de reactividad entre ambos elementos es tan grande, que para mantener constante el metano del aire, es necesario introducir en la atmósfera 1.000 millones de toneladas de este gas, cuando menos, cada año. También hay que contar también con los medios requeridos para reemplazar el oxígeno gastado en la oxidación del metano, teniendo en cuenta que ello exige al menos dos veces más oxígeno que metano.
Y termina afirmando que tal situación no es factible en un medio normal, que las cantidades de ambos gases, necesarias para mantener constante la extraordinaria mezcla atmosférica de la Tierra tendrían, en un entorno inerte, un altísimo grado de improbabilidad.
Las razones científicas que justificaban el salto a su hipótesis las resume como sigue:
       La vida aparece en la Tierra hace aproximadamente unos 3.500 millones de años. Desde entonces hasta ahora, los fósiles muestran que el clima de la Tierra ha cambiado muy poco a pesar de que, casi con toda seguridad, la cantidad de calor solar que recibimos, las características de la superficie de la Tierra y la composición de su atmósfera han experimentado grandes variaciones durante ese lapso de tiempo.
       La composición química de la atmósfera no guarda relación con lo que cabría esperar de un equilibrio químico de régimen permanente. La presencia de metano, óxido nitroso y de nitrógeno incluso en nuestra oxidante atmósfera actual representa una violación tan estrepitosa de las reglas de la química que hace pensar que la atmósfera no es un nuevo producto biológico sino, más probablemente, una construcción biológica: es una extensión de un sistema viviente diseñada para conservar las características de un determinado entorno.
       La concentración atmosférica, por ejemplo, de gases tales como el oxígeno o el amoníaco es mantenida a unos niveles óptimos cuya alteración, por pequeña que fuera, podría tener desastrosas repercusiones en los seres vivos.
      Tanto ahora como a lo largo de la historia de la Tierra, su climatología y su química parecen haber sido en todo momento las óptimas para el desarrollo de la vida. Que esto se deba a la casualidad es tan improbable como salir ileso de un atasco de tráfico conduciendo con los ojos vendados.
Hasta aquí hemos definido a Gaia como: «una entidad compleja que comprende el suelo, los océanos, la atmósfera y la biosfera terrestre, entidad que se retroalimenta encargándose de mantener en el planeta un entorno físico y químico, óptimo para el desarrollo de la vida».


En los comienzos
La Tierra, dice Lovelock, inició su andadura hace unos 4500 millones de años [como hemos citado, medidas más recientes establecen su origen hace 4470 millones de años], pero para Lovelock, su interés primordial se centra en la relación entre la biosfera que se forma inicialmente, no más tarde cuando ya aparece la vida, y se hace las siguientes preguntas:
       ¿Cuál era el estado de la Tierra justamente antes de la aparición de la vida, hace, digamos, unos tres eones y medio? [3500 millones de años].
       ¿Por qué surgió la vida en nuestro planeta y no lo hizo en Marte y Venus, sus parientes más cercanos?.
       ¿Con qué riesgos se enfrentó la joven biosfera, qué desastres estuvieron a punto de destruirla y cómo ayudó a superarlos la presencia de Gaia?.
Cuando la vida comenzó, las condiciones de radioactividad eran muy intensas, mucho más de lo que a los pseudo ecologistas actuales les abruma. Entonces el aire no contenía oxigeno libre, ni ozono, lo que dejaba al planeta inerte ante la intensa radiación ultravioleta del sol, y que a pesar de ello, estas mismas energías permitieron la matriz de la existencia de la vida.
Ahora preocupa mucho dichas radiaciones en la vida del planeta, sin embargo ahora tenemos una atmósfera y una capa de ozono protectora, lo que demuestra la desinformación o el sectarismo de exagerar los peligros actuales. Las radiaciones ultravioleta y nuclear son parte de nuestro entorno natural y siempre lo han sido.
Se desconoce el tiempo que tardó en formarse esta atmósfera secundaria y la naturaleza de sus componentes. Se supone que al inicio de la vida, los gases emanados por la actividad volcánica eran más ricos en H2 que los que ahora expulsan los volcanes. Los compuestos orgánicos que se estaban formando en el inicio de la vida «necesitaban» hidrógeno, tanto para su formación como para su supervivencia, y  Gaia lo posibilitó. El clima terrestre es quizás el argumento de más peso a favor de la existencia de Gaia y la continuidad del registro geológico de la vida.
De los periodos glaciales o Edades de Hielo, poco sabemos en el periodo anterior a los 2000 millones de años, pero tuvo que haberlos y según establece Lovelock, afectando siempre a las zonas terrestres que se encontraban situadas por encima de los 45º Norte y por debajo de los 45º Sur. El 70% de la superficie terrestre sin embargo quedaba «a salvo» entre estas dos latitudes.
De nuestro sol se sabe que su energía radiante se ha incrementado en un 30% desde antes de los 3500 millones de años. Por lo que la temperatura media de la Tierra se encontraría en ese origen del planeta, muy por debajo del punto de congelación del agua,… y a pesar de ello se inició la vida.
Actualmente se tiene la certeza, merced a las investigaciones del meteorólogo yugoslavo Mihalanovich, de que los períodos de Glaciación recientes, fueron consecuencia de cambios muy leves experimentados por la órbita de la Tierra.
Para que se produzca una Glaciación, basta con un decremento de tan sólo el 2% del aporte calórico que recibe un hemisferio. Esto nos da una idea de las incalculables consecuencias que tendría para la joven biosfera de entonces, el decremento no de un 2% sino de un 30% del calor solar existente entonces. Las condiciones ambientales tuvieron que ser terribles.
Si, por el contrario, la biosfera se hubiera excedido en su compensación del amoníaco tomado demasiado de la atmósfera, habría tenido lugar una escalada de temperaturas, instaurándose, el mismo círculo vicioso pero a la inversa: a mayor calor, más amoníaco en el aire y menos escape calorífico hacia el espacio. Con esa subida de temperatura, más vapor de agua y más gases aislantes llegarían a la atmósfera, alcanzándose eventualmente unas condiciones planetarias parecidas a las de Venus, aunque con un menor calor. La temperatura de la Tierra sería finalmente de unos 100°C, muy por encima de lo que la vida puede tolerar: de nuevo tendríamos un planeta estable pero muerto.
Si consideramos, pues, la biosfera una entidad capaz, como la mayor parte de los seres vivientes, de adaptar el entorno a sus necesidades, estos problemas climatológicos tempranos podrían haberse resuelto de muy diversas maneras. Gran número de criaturas gozan de la capacidad de modificar su coloración según convenga a diferentes propósitos de camuflaje, advertencia o exhibición: pues bien, al disminuir el amoníaco o aumentar el albedo (consecuencia de redistribuciones de las masas de tierra) uno de los medios que pudo emplear la biosfera para mantener su temperatura fue el oscurecimiento.
Y a la inversa: si el problema fuera el sobrecalentamiento, la biosfera marina generaría una capa monomolecular aislante que cubriría la superficie de las aguas para controlar la evaporación. El neutralizar la evaporación en las zonas más calientes del océano tiene como propósito el impedir una excesiva acumulación de vapor de agua en la atmósfera que propicie una escalada de la temperatura originada por la absorción de la radiación infrarroja.
Lovelock afirma: «La auténtica historia de tan remotos períodos no se sabrá jamás, todo lo que podemos hacer es especular», y termina diciendo: «la contaminación no es, como tan a menudo se afirma, producto de la bajeza moral, sino que constituye una consecuencia inevitable del desenvolvimiento de la vida».



El reconocimiento de Gaia
Ludwig Edward Boltzmann, físico austriaco pionero de la mecánica estadística y autor de la llamada constante de Boltzmann [concepto fundamental dentro de la termodinámica] y de la expresión matemática de la entropía [13],  desde el punto de vista de la «probabilidad», redefinió la entropía, diciendo que «era la medida de la probabilidad de una distribución molecular».
Ello implica que allí donde aparezca un agrupamiento molecular improbable, existirá la vida casi con certeza, la vida o algunos de sus compuestos. Si esta distribución se produce a nivel globalizado, «quizás estemos siendo testigos de alguna manifestación de Gaia, la criatura viviente más grande de la Tierra».
¿Qué sería un Mundo inerte?. Según Lovelock estaríamos ante,
          Un mundo con vestigios de oxigeno, procedente de la descomposición de moléculas de agua situadas en capas superiores de la atmósfera. Su cantidad exacta es motivo de discusión. Sabemos que sería en cantidades mínimas, algo similar a lo contenido en Marte. No podría obtenerse ni remotamente «fuego». No se podría quemar nada en él, ya que el oxigeno atmosférico necesario para prender algo, es de un 12%, cantidad muy superior a la existente en un mundo inerte
          Los océanos serían muy salados, con altísimos porcentajes de sílice, silicatos y minerales cretáceos.
          Tendría una alta temperatura interior mantenida por la desintegración de elementos radioactivos procedentes de la cataclísmica explosión nuclear que se produjo al formarse la Tierra.
          Habría nubes, lluvia y probablemente pequeñas extensión de terreno firme.
          Suponiendo la radiación solar actual y los fenómenos vulcanológicos, los casquetes polares probablemente no existieran, porque en ese mundo existiría un elevado porcentaje de dióxido de carbono, que le haría perder la temperatura más lentamente que en el mundo actual.
          Marte podría ser muy bien el prototipo de un mundo de régimen permanente desprovisto de vida.
Entendamos que esos mundos de novela de Ciencia Ficción con estimulantes atmósferas ricas en oxígeno, son eso mundos de ciencia ficción, bastaría el descenso de la nave protagonista para hacerlos arder como teas


¿Cómo alcanzaríamos un mundo en equilibrio?
          Un mundo que estuviera en equilibrio debería tener ciertos presupuestos que “a priori” parecen irreales: sería un mundo confinado dentro de un envoltorio aislante que, a modo de termo cósmico, lo mantuviera a 15ºC.
          Los componentes químicos del planeta se mezclan cuidadosamente para completar todas las reacciones química posibles, extrayendo la energía liberada que mantuviera una temperatura constante. «El resultado probable sería un mundo cubierto por una capa oceánica sin oleaje, sobre la cual se situaría una atmósfera rica en dióxido de carbono y inicialmente desprovista de oxigeno y nitrógeno».
          Este abstracto mundo difiere de lo que podría ser la Tierra inerte, continuaría girando sobre sí misma alrededor del sol, sometida a un poderoso flujo de energía radiante, capaz de descomponer moléculas en las capas exteriores de la atmósfera.
Pero de la vida del planeta, Lovelock habla en los capítulos siguientes, simplemente dice que la vida en la Tierra es una entidad recia, robusta y adaptable, de la que el ser humano no es más que una pequeña parte de ella. «Su parte más esencial, es la constituida por el conjunto de criaturas que habitan en los lechos de las plataformas continentales y pueblan el suelo bajo la superficie. Los animales y las plantas de gran tamaño son relativamente irrelevantes, pueden ser deseables pero no son esenciales».



¿Y que sucedería si, en el transcurso de una guerra total, el armamento nuclear es utilizado a discreción?
Pues al igual que las radiaciones nucleares procedentes del cosmos, procedentes por ejemplo de una estrella que explotase y se convirtiera en una supernova esterilizaría la vida en la Tierra, el armamento nuclear afectaría seriamente a la especie humana y a los animales, pero para gran parte de la vida unicelular, tales acontecimientos «ni se habrían producido». Pone como ejemplo un informe realizado en 1975 por ocho miembros de la Academia de Ciencias norteamericana [auxiliados por 48 científicos de reconocida competencia en la materia], sobre la ecología existente en esos momentos en el atolón Bikini y las consecuencias de las pruebas nucleares realizadas sobre la vida del arrecife coralino. Se comprobó su escaso efecto, salvo por la pérdida del suelo fértil producida por la propia explosión, que había dejado las rocas desnudas.
El informe fue concluyente: « Si, con motivo de una guerra, se detonaran la mitad de los arsenales nucleares del mundo [unos 10.000 megatones], los efectos sobre gran parte de los ecosistemas humanos del mundo sería pequeño al principio y despreciable en menos de treinta años». El informe fue duramente criticado por lo que suponía para el estímulo de los beligerantes, pero no por ello fue desmentido científicamente.
Termina el capítulo afirmando que: «La continuidad de nuestra ordenada existencia durante un período tan dilatado puede quizás atribuirse a otro proceso regulador de Gaia, desarrollado para mantener la seguridad genética interna».



Cibernética
Antes de entrar en el tema, veamos que se entiende por Cibernética. Nacida como ciencia en 1942, es impulsada inicialmente por Norbert Wiener y Arturo Rosenblueth Stearns, quienes la definen como: «el control y comunicación en el animal y en la máquina», o como «el desarrollo de un lenguaje y técnicas que nos permitan abordar el problema del control y la comunicación en general».
La acepción conceptual más aplicable a lo que ha querido trasmitir Lovelock quizás sea que la Cibernética es el estudio interdisciplinario de la estructura de los sistemas reguladores, aplicable también a los sistemas físicos y sociales. Los sistemas complejos afectan su ambiente externo y luego se adaptan a él.  
Por eso manifiesta al comienzo del capítulo que: «El descubrimiento de un sistema de este género, que operase a escala planetaria [entiéndase Gaia], y cuya función fuera la instauración y el mantenimiento de las condiciones físicas y químicas óptimas para la vida, sería una convincente prueba de la verdadera existencia de Gaia».
La Tierra gira frente a una fuente de calor no controlada, el Sol, cuyo rendimiento está muy lejos de ser constante. Sin embargo, la temperatura media de la superficie terrestre hasta ahora, ha variado bien poco desde el comienzo de la vida hace aproximadamente tres mil quinientos millones de años. Nunca la temperatura, ha tenido tan escasa o tan elevada importancia, como para impedir la continuidad de los fenómenos vitales, a pesar de los drásticos cambios experimentados por la composición de la atmósfera inicial y los altibajos en el rendimiento energético del Sol.
Volviendo a Gaia:
          ¿Cómo reconocemos un sistema automático de control?
          ¿Buscamos el suministro de energía, el panel regulador o quizá sus complicados amasijos de piezas?
En este capítulo Lovelock analiza ejemplos existentes en nuestra vida cotidiana que harían heterogéneo y extenso el texto, y que lo que pretenden es, como en un bosquejo,  apuntar cómo podría funcionar Gaia fisiológicamente. Gaia «en este aspecto es aún un ente poco definido», es simplemente una especie de mapa o diagrama de circuitos que comparamos con los hallazgos e investigaciones subsiguientes.
Si la ciencia establece en un futuro, pruebas bastantes de que existen sistemas de control planetarios, cuyos componentes sean los procesos activos de animales y plantas, y que dichos sistemas de control posean la capacidad de regular el clima, la composición química y la topografía de la Tierra, estaremos en disposición de substanciar nuestra hipótesis y formular una teoría. Hasta ahora en este apartado, no encontramos ciegos.



La atmósfera contemporánea
Lovelock en este capitulo nos describe los comportamientos de los gases atmosféricos, de los que afirma se encuentra autorregulados por Gaia, hasta el punto no sólo de haber configurado la fórmula magistral que inequívocamente favorece la vida, sino su mantenimiento frente a los desastres naturales y los cambios climáticos sucedidos en los 4470 millones de años de su existencia, y siempre dentro de unos parámetros que propiciaban su mantenimiento y regeneración.
OXIGENO
Todas las fuentes potencialmente altas, sean químicas o eléctricas, son especialmente peligrosas. Y eso también sucede con el oxígeno, cuyo potencial de peligrosidad cambia en función del porcentaje en el que se encuentra. El oxígeno se encuentra en la atmósfera en una proporción del 21%, según los científicos se encuentra en el «nivel superior del intervalo que favorece la vida, entendiendo por vida, a TODA la vida».
Por poco que aumentara este porcentaje, los peligros de incendio indiscriminados crecerían vertiginosamente. Por ejemplo si el porcentaje subiera tan solo un 1%, las probabilidades de incendio forestal o de cualquier índole subirían un 70%. Si superara el 25%, muy poca vegetación sobreviviría en la Tierra y los devastadores incendios arrasarían tanto la pluvisilva tropical como la tundra ártica. Por supuesto afectando la biocenosis del planeta y directamente por lo tanto a la vida.
Andrew B. Watson, científico principal de Vision Research y Director del Grupo de Visión en el Centro de Investigación Ames de la NASA, ha confirmado experimentalmente estos supuestos, estableciendo la probabilidad de incendio para diferentes concentraciones de oxígeno en unas condiciones muy semejantes a las existentes en las auténticas selvas.
METANO
El origen de este gas peligroso pero fundamental como veremos, es la fermentación bacteriana de los fangos y sedimentos existentes en los lechos marinos, ciénagas, terrenos anegados y estuarios fluviales, lugares en donde tiene lugar en enterramiento sistemático del carbono. La cantidad producida en el planeta es asombrosamente grande, pudiendo situarse en los 1000 millones de toneladas/año.
La función fundamental del metano en relación con el oxígeno, es mantener la integridad de las zonas anaerobias de las que procede. «Las incesantes burbujas de metano que ascienden hacia la superficie de los barros fétidos, las limpian de substancias volátiles venenosas [los compuestos metílicos de arsénico y plomo, por ejemplo], además de librarlas del oxígeno [que se desprende], elemento que es venenoso para los microorganismos anaerobios.
Cuando el metano alcanza la atmósfera, se comporta como un regulador bidireccional de oxígeno, capaz de retener a un nivel y de devolver a otro».  Parte de este metano llega a la estratosfera antes de que la oxidación lo convierta en dióxido de carbono y vapor de agua, siendo esta la fuente principal de éste dióxido de carbono en las capas altas de la atmósfera.
El agua [H2 + O] termina por disociarse en: oxígeno, que desciende a capas más bajas, y en el hidrógeno, que escapa al espacio. Este proceso asegura, a largo plazo, un pequeño incremento del oxígeno (pequeño pero posiblemente significativo).
Este proceso de la oxidación del metano en las capas inferiores de la atmósfera se realiza pausada pero de manera continua en el aire que nos rodea, mediante una serie de reacciones complejas e intricadas, y significa la necesaria utilización de enormes cantidades de oxígeno, del orden de las 2.000 megatoneladas anuales. Lo que mantiene el porcentaje de oxigeno libre.
En ausencia del metano, la concentración de oxígeno crecería un 1% inexorablemente en unos 12.000 años, cantidad excesiva para tan pequeño lapso de tiempo y de la que hemos hablado en el apartado anterior. Sería un cambio peligroso y en la escala temporal geológica, un cambio demasiado rápido. La teoría desarrollada por Holland, Broecker y otros científicos eminentes afirma que: «la cantidad de oxígeno se mantiene constante gracias al equilibrio entre la ganancia consustancial al enterramiento del carbono citado, por una parte, y la pérdida que supone la reoxidación de los materiales reducidos procedentes de las profundidades de la Tierra, por otra».
Resumiendo, sin la existencia de la microflora anaerobia de los malolientes barros en lechos marinos, lagos y estanques, afirma Lovelock: «quizás no existieran ni escritores, ni lectores, ni libros, porque sin ese metano generado, la concentración de oxígeno ascendería inexorablemente hasta un nivel en el que todo incendio cobraría proporciones incalculables».
OZONO
Su exceso en la atmósfera es tan malo como su carencia. El ozono, al igual que el resto de los gases atmosféricos, en este caso es un gas alotrópico del oxígeno, tiene un óptimo/ mínimo deseable. Si lo incrementáramos en cuantía superior al 15%, afectaría negativamente al clima. Aunque parezca irreal frente a las informaciones que recibimos, las radiaciones ultravioletas del sol tienen aspectos útiles y beneficiosos en la vida del planeta, y una capa de ozono más densa impediría su llegada a la Tierra en las dosis necesarias. 
AMONÍACO
Aunque es un gas de difícil medida, la atmósfera y los mares producen en abundancia este gas nitrogenado, calculándose que esta producción no es inferior a las 1000 megatoneladas anuales. El amoníaco es en esta etapa de la Tierra, exclusivamente de origen biológico, y para su generación la biosfera consume una gran cantidad de energía. La función de este gas es casi con toda seguridad, la de controlar la acidez ambiental. Acidez ambiental que fundamentalmente se materializa en la lluvia, otro factor esencial de la vida, generando la biosfera el amoníaco justamente necesario para mantener el ph de la lluvia en el entorno de 8. De faltar dicha producción de amoníaco, el ph podría caer a un valor 3, acidez similar a la del vinagre, como sucede en algunas zonas industriales de Escandinavia y EE.UU., en donde a causa de los humos desprendidos por los combustibles industriales, con altos contenidos también de azufre y situadas estas zonas industriales en áreas densamente pobladas, vuelve al suelo a través de una lluvia en forma de ácido sulfúrico.  .
DIÓXIDO DE CARBONO y VAPOR DE AGUA
Son dos componentes esenciales de la atmósfera y fundamentales e imprescindibles para la vida. Es difícil determinar si están regulados biológicamente. Para la mayoría de los geoquímicos, el contenido atmosférico de CO2 [0,03 %], se mantiene constante a corto plazo gracias a sencillas reacciones con el agua del mar. La cantidad de CO2 que aproximadamente contienen los océanos, es casi cincuenta veces superior a la del aire. Si el existente en la tasa atmosférica disminuyera por una u otra causa, bastaría liberar una pequeña parte de la enorme reserva oceánica para restablecer la normalidad. En nuestra época, por contra, el CO2 está aumentando en la atmósfera como consecuencia del quemado de los combustibles fósiles. Suponiendo que interrumpiéramos el consumo de estos combustibles fósiles y dejáramos de echar CO2 a la atmósfera, quizás serían necesarios  unos treinta años para que este incremento desapareciera, restableciéndose el equilibrio entre la cantidad de gas del aire y de bicarbonato en el mar. El CO2 atmosférico ha aumentado en un 12% aproximadamente como consecuencia del quemado de combustibles fósiles. En otro capitulo más adelante se habla de sus consecuencias.
El CO2 es fuente de carbono en la fotosíntesis, aunque son muchos también los organismos heterotróficos [es decir, los no fotosintéticos], que también lo captan de la biosfera y lo convierten en materia orgánica. Hasta los propios animales incorporan a sus organismos pequeñas cantidades de este gas atmosférico.
La Tierra es el planeta del agua. Sin ella no habría aparecido la vida, que es dependiente por completo de su imparcial generosidad. De igual modo que el CO2, el vapor de agua tiene las propiedades de un gas invernadero e interactúa intensamente con la biosfera.



El mar
Tiene razón Artthur C. Clark con esta frase: «es inapropiado llamar Tierra a este planeta, cuando es evidente que debería llamarse Océano». Casi tres cuartas partes de su superficie así lo atestiguan. Desde el espacio se presenta como esa maravillosa esfera azul zafiro, de vez en cuando moteada por vellones blancos de nubes y tocada por el brillante blanco de los casquetes polares. Los océanos y sus vastas y profundas extensiones, «son algo más» que la belleza que contemplamos desde el espacio. Son elementos esenciales en la máquina de vapor planetaria, que trasforma la energía recibida del sol, en movimientos de aire, agua, energía, en suma, vida, que se distribuye a todos los rincones del planeta.
Los océanos son «el depósito» de gases disueltos que son base del aire que respiramos; son la morada de una vida marina que supone casi la mitad de la materia viva creada; son la base de una vida vegetal que retroalimenta y controla los gases fundamentales para la formación de la vida; son en suma, muchas más cosas que harían prolijas estas palabras.
Se han formulado multitud de hipótesis sobre el origen de los océanos primigenios, se ha dicho desde que en el Planeta Primitivo los mares cubrían la totalidad del planeta [situación que nos obligaría a replantearnos los orígenes de la vida], hasta que su formación se debe a los meteoritos y asteroides que chocaron con la Tierra cuando ésta se encontraba sin la capa protectora de la atmósfera. Hoy ciertamente se sabe que su origen se encuentra en los gases de las grandes emanaciones producidas durante un extenso período vulcanológico, gases entre los que se ha comprobado que el porcentaje de vapor de agua exhalado desde el interior de la Tierra, se encuentra en proporciones de casi un 70%, y que son con seguridad el origen de la formación de nuestra atmósfera.
¿Por qué son saladas sus aguas? y ¿por qué ésta salinidad se ha mantenido constante a lo largo de por lo menos 3500 millones de años, si es que no fue mucho antes?.
Es innegable que la sal existente en los océanos y mares tienen su origen en las sales de minerales disueltos en su composición. Sales procedentes de los terrenos en los que se encuentran los mares, de las aguas de lluvia caídas sobre los terrenos [lavado del terreno superficial], las escorrentías superficiales y de las aguas freáticas arrastradas por los ríos subterráneos hasta los mares. Pero, si los mares se condesan en nubes [agua de lluvia evaporada carente de sales], que al caer sobre la tierra terminan arrastrando en su composición nuevas sales disueltas en su recorrido hasta el mar,… ¿por qué los mares y océanos a lo largo de miles de millones de años, no han incrementado su salinidad, salinidad media que curiosamente se ha mantenido casi constante en un 3,4%?. Realmente resulta inexplicable, más inexplicable si se tiene en cuenta que hay mares casi cerrados, sin circulación, como el Mar Muerto, donde sí se ha incrementado la salinidad hasta topes casi inviables para la vida?.
Al mar llegan 540 megatoneladas de sal anualmente. El volumen total de las aguas marinas en el planeta se calcula que son 1,2 miles de millones de km³. La salinidad media es del 3,4%. Con estos datos y para que se cumplan estas cifras, los mares y océanos del mundo tendrían una edad de unos 80 millones de años, cifra en contradicción con toda la paleontología. ¿Qué ha pasado en los más de 3400 millones restantes de vida en el planeta?. Hay que empezar de nuevo.
Cita recientemente Ferren Maclntyre, un antiguo mito nórdico según el cual, «el mar es salado porque en el fondo marino hay un molino de sal girando eternamente». El mito no deja de ser cierto. Hoy se sabe que el pastoso magma del interior de la Tierra, se abre camino a través del fondo oceánico en incontables fumarolas, vertiendo permanentemente ingentes cantidades de gases y sales del interior del planeta. «Parece lógico concluir por tanto, en la existencia de un "filtro" para la sal, que la hace desaparecer de los océanos, en la misma medida que llega a ellos.
Pero antes de formular nuestras especulaciones sobre la naturaleza de este filtro y sobre el destino de la sal que captan los mares, hemos de considerar ciertos aspectos de la física, la química y la biología marinas.
El agua del mar es una sopa ligera, aunque con muchos ingredientes, compuesta por organismos vivos o muertos y por substancias inorgánicas disueltas o en suspensión. De entre las disueltas, las más abundantes son sales inorgánicas [en el lenguaje de la química, el término "sal" describe a toda una clase de substancias, entre las que el cloruro sódico o la sal común, es sólo un ejemplo]). La composición del agua del mar es diferente según los lugares y, además, varía de una profundidad a otra; aunque en términos de salinidad total las diferencias son pequeñas, y tienen suma importancia en la interpretación detallada de los procesos oceánicos.
Una muestra promedio de agua marina contiene el 3,4 por ciento de sales inorgánicas por kilogramo de peso, de las que el 90 por ciento aproximadamente es cloruro sódico. Si bien tal afirmación científicamente no es exacta, dado que cuando las sales inorgánicas están disueltas en agua se hallan escindidas en partículas de tamaño atómico y cargas eléctricas opuestas denominadas iones.
Estrictamente por lo tanto es incorrecto decir que el agua del mar "contiene" cloruro de sodio: contiene los iones constitutivos del cloruro de sodio, pero también hay iones magnesio y sulfato, y iones en pequeñas cantidades de calcio, bicarbonato y fosfato, encargados de funciones indispensables en los procesos biológicos marinos. Esta salinidad media es la que se encuentra en el 3,4%.
La célula viva, salvo raras excepciones, requiere que su salinidad interna ni la de su entorno excedan por más de algunos segundos de un valor del 6%. Pocas son las criaturas que toleran una tasa de sal superior a ésta, salvo los extremófilos y algunas bacterias, microorganismos tan escasos y excepcionales que son capaces de sobrevivir al agua hirviente y en aguas con un elevado ph. 
Las células en un medio salino [externo o interno] superior al 6%, se hacen pedazos literalmente. Si la concentración sobrepasa ese nivel crítico del 6%, el efecto pantalla de los iones que rodean las cargas eléctricas responsables de la integridad de la membrana se intensifica, el potencial desciende, la debilitada membrana se desintegra y la célula se hace trizas. Salvo para los microorganismos extremófilos y bacterias citadas, cuyo hábitat está en estanques o lagos salobres, las células de todas las demás criaturas vivientes se hallan sometidas a este límite máximo de salinidad.
A la luz de todo esto, la pregunta ¿por qué es salado el mar? empieza a parecernos menos interesante.
La pregunta pertinente y obligada debería ser: ¿por qué no es el mar más salado?.
Entreviendo a Gaia, yo contestaría: porque desde el comienzo de la vida, la salinidad de los océanos ha estado bajo control biológico. La siguiente pregunta, obviamente, es: ¿cómo?. Este es precisamente el quid de la cuestión, necesitamos investigar y reflexionar no sobre cómo llega la sal a los océanos, sino sobre cómo sale de ellos.
Volvamos a plantear el problema de que la salinidad del agua marina haya cambiado muy poco en miles de millones de años, hay pruebas comparativamente fiables, tanto directas como indirectas. De lo conocido sobre el nivel de salinidad tolerado por los organismos vivientes que han poblado los mares durante tan dilatados períodos, podemos inferir que, la salinidad en ningún caso ha estado por encima del 6% [el nivel actual es del 3,4 por ciento] y que, si alcanzase simplemente el 4%, con tan solo un 1% más, la vida marina se hubiera desarrollado a través de criaturas muy diferentes a las reveladas por el registro geológico.
Si este proceso de salinización hubiera continuado sin trabas cada 80 millones de años, no habría hoy océano que no fuera un Mar Muerto, una masa de agua saturada de sal absolutamente hostil a cualquier forma de vida.
Ha de existir, por consiguiente, un medio para ir eliminando la sal a medida que llega. Los oceanógrafos están seguros de ello desde hace mucho y han intentando descubrirlo en varias ocasiones.
Casi todas las teorías se basan esencialmente en mecanismos inorgánicos inertes, aunque ninguna ha obtenido aceptación general. Broecker ha señalado que la remoción de las sales de sodio y magnesio es uno de los grandes misterios no resueltos de la oceanografía química.
En realidad los problemas a resolver son dos, porque, en un medio acuoso, los iones positivos [sodio y magnesio], están separados de los iones negativos [cloro y sulfato], y ha de tratarse a cada grupo independientemente».



Gaia y el hombre - El problema de la contaminación
Disiento del pensamiento convencional de que la actividad industrial humana, representa una amenaza para el conjunto de la biosfera con un carácter más ominoso cada año. Es posible que nuestro frenético desarrollo tecnológico se pruebe doloso o destructivo para nuestra especie, pero las pruebas aportadas para demostrar que la actividad industrial puede poner en peligro al conjunto de la vida de Gaia, son verdaderamente muy endebles.
Suele olvidarse que la Naturaleza, además de ser roja con dientes y garras, no duda en acudir a la guerra química si fracasa con el armamento convencional que posee. ¿Cuántos de nosotros sabemos que el insecticida pulverizado en casa para librarnos de moscas y avispas es un producto del crisantemo?. El pelitre*, es todavía una de las substancias más eficaces para matar insectos.
* Pelitre: planta herbácea anual de la familia de las compuestas, con tallos inclinados de 30 a 40 cm de longitud, hojas partidas, flores terminales muy vistosas y raíz casi cilíndrica, por cuyo sabor salino muy fuerte se ha usado en medicina como masticatorio para provocar la salivación y reducida a polvo, como insecticida
Si de letalidad se trata, los venenos que la poseen en mayor grado, con gran diferencia, son compuestos naturales. Entre ellos se cuentan la toxina botulínica, producida por una bacteria, la mortífera que es secreción de los dinoflagelados causantes de las mareas rojas o el polipéptido fabricado por la amanita, todos productos enteramente biológicos, que de no ser por su toxicidad, podrían figurar con todos los honores en las estanterías de un establecimiento especializado en salutíferos alimentos "orgánicos".
Plantas, como la Dichapetalum toxicarium africana y las especies emparentadas con ella, han aprendido un par de cosas sobre la química del flúor: incorporan este potente elemento a substancias naturales tales como el ácido acético y llenan sus hojas de la sal resultante. Ciertos bioquímicos se han referido a este compuesto con de una llave inglesa metabólica, por la esclarecedora alusión a los destrozos que causa cuando penetra en los ciclos químicos, de casi cualquier otro organismo viviente.
Si fuera un compuesto de manufacturado por el hombre, sería citado como un ejemplo más, del uso perverso y maligno que hace de la tecnología química, para asestar golpes bajos y reforzar su posición en la biosfera, pero es, sin embargo, un producto natural. Y solamente es uno de entre los miles de compuestos de alta toxicidad orgánicamente fabricados en la naturaleza, que permitiría jugar sucio a sus poseedores. No hay convención de Ginebra para limitar los trucos poco limpios utilizados por la naturaleza. Uno de los mohos de la familia Aspergillus ha descubierto cómo fabricar una substancia llamada aflatoxina, que es mutagénica, carcinogénica y teratogénica. Dicho con otras palabras, es causa de mutaciones, tumores y malformaciones fetales. Se la sabe origen de grandes sufrimientos como causa de cánceres gástricos, provocados por la ingesta de cacahuetes contaminados con este agresivo producto químico natural.
¿Puede ser de origen natural la contaminación?
Si por contaminación entendemos el vertido masivo de substancias de desecho, hay pruebas sólidas de que la contaminación es tan natural para Gaia, como el respirar lo es para nosotros y casi todos los animales. Ya es conocido el mayor desastre ecológico padecido por nuestro planeta: la aparición en la atmósfera de oxígeno libre gaseoso hace aproximadamente un eón y medio. La conmoción ambiental provocada por la Revolución Industrial, es comparativamente menor.
El monóxido de carbono [CO2] por ejemplo, venenoso para la mayor parte de los mamíferos superiores (incluyendo al hombre) es un producto de la combustión incompleta, un compuesto tóxico exhalado por los motores de combustión interna, las estufas alimentadas con carbón y los fumadores. Podría pensarse por tanto, que el monóxido de carbono contamina un aire de otra forma impoluto a resultas de la presencia de nuestra especie y, sin embargo, analizando el aire aparece monóxido de carbono en todas partes. Deriva de la oxidación del metano atmosférico, fuente que produce cantidades del orden de los 1.000 millones de toneladas cada año.
Se trata de una substancia natural, procedente de los vegetales indirectamente y llena también las vejigas natatorias de muchas criaturas marinas. Los sifonóforos, por ejemplo, están repletos de este gas, a concentraciones tales, que acabarían con nosotros en un dos por tres de alcanzar estos niveles equivalentes en la atmósfera.
Prácticamente todos los contaminantes, ya pensemos en compuesto de azufre o de mercurio, en halocarbonos, en substancias mutagénicas y carcinogénicas o en materiales radiactivos tienen, en mayor o en menor medida, un trasfondo natural, cuando no son producidos tan abundantemente en la naturaleza como para ser venenosos desde el principio.
¿Cuáles son, entonces, las actividades humanas que suponen una amenaza para la Tierra y para la vida que en ella mora?
La especie humana, con la ayuda de las industrias a su mando, ha causado perturbaciones importantes en algunos de los ciclos químicos fundamentales de nuestro planeta. Somos causantes de un incremento del 20 por ciento en el ciclo del carbono, del 50 por ciento en el del nitrógeno y de más del 100 por cien en el del azufre. Según aumente la población mundial y nuestro consumo de combustibles fósiles haga lo mismo, estas perturbaciones, evidentemente, crecerán todavía más.
¿Cuáles son las consecuencias más probables a la contaminación del hombre?
Lo único que hasta ahora ha sucedido es un aumento del 10 por ciento en el dióxido carbónico de la atmósfera, y un incremento [discutible], de las brumas atribuibles a partículas de sulfatos y polvo del suelo. Se ha vaticinado que el aumento de dióxido carbónico significaría una subida de la temperatura. Se ha afirmado también que la mayor brumosidad atmosférica podría ser causa de una cierta pérdida de temperatura, llegando incluso a sugerirse por contra la anulación recíproca de ambos efectos [tal podría ser el motivo de que las perturbaciones generadas por el quemado de combustibles fósiles no hubieran tenido a su vez ninguna repercusión notable]. Si las proyecciones formuladas sobre el crecimiento demográfico se cumplen y si el consumo de los citados combustibles se dobla aproximadamente cada diez años, habremos de estar alerta.
Las partes de Gaia responsables del control planetario, quizá sean las portadoras de nutridas hordas de microorganismos. Las algas de los mares y del suelo se sirven de la luz solar para llevar a cabo la tarea esencial de la química de la vida: la fotosíntesis. Generan, en cooperación con las bacterias aerobias del suelo y de los lechos marinos y junto a la microflora anaerobia que puebla las grandes áreas fangosas de las plataformas continentales, los fondos marinos, las ciénagas y los terrenos anegados, aún generan, decimos, más de la mitad del suministro de carbono.
Quizá podamos crear desiertos y terrenos yermos con relativa impunidad, pero si devastamos las plataformas continentales explotándolas irresponsablemente, estaremos corriendo un grave riesgo, deberemos tener especial cuidado en no alterar demasiado drásticamente aquellas regiones donde puede residir el control planetario.
Entre las pocas predicciones firmes formuladas sobre el futuro del hombre se cuenta el que la especie duplicará el número de sus miembros en algunas décadas más. El problema de alimentar una población mundial de 8.000 millones de personas sin dañar seriamente a Gaia parece más urgente que el de la contaminación industrial.
Aunque se esté de acuerdo con la afirmación anterior podría decirse, sí, pero ¿qué sucede con los venenos más sutiles? ¿No son los herbicidas y los pesticidas la mayor amenaza, para no decir nada de los compuestos que deterioran la capa de ozono?
La acumulación de DDT no era tan grande como se pensaba y la recuperación de sus efectos tóxicos han sido más rápidos de lo supuesto. El período de máxima concentración de DDT en la biosfera ha quedado ahora bien atrás. Del fuego, la primera de las armas tecnológicas, se decía que era un buen criado pero un mal amo. Lo mismo sucede con las contribuciones más recientes al arsenal de la tecnología.
¿Y qué ocurre con la catástrofe planetaria consecuencia de la contaminación actualmente más de moda, el deterioro irreversible del débil escudo, el ozono que nos protege contra las mortíferas radiaciones ultravioletas solares?
Si los cálculos de los científicos son correctos, muchos sucesos del pasado habrían deteriorado sensiblemente la capa de ozono. Por ejemplo, una erupción volcánica como la del Krakatoa en 1895 lanzó a la estratosfera cantidades enormes de compuestos de cloro que pudieron haber supuesto la destrucción de hasta el 30% de la capa de ozono, cifra que dobla el daño que los fluorocarbonos podrían haber causado hasta el año 2010, si siguen siendo introducidos en la atmósfera al ritmo de hoy.
Otras posibilidades son tormentas solares gigantescas, choques con meteoritos grandes, inversiones de los campos magnéticos terrestres, la conversión a supernova de alguna estrella cercana e incluso la sobreproducción patológica de óxido nitroso en el suelo y en los mares. Alguno de estos incidentes [o todos], han debido ocurrir en el pasado con relativa frecuencia, introduciendo en la estratosfera grandes cantidades de los óxidos de nitrógeno, culpables de la destrucción del ozono.
La supervivencia de nuestra especie y la rica variedad de la vida en Gaia parece prueba concluyente de que, o el deterioro de la capa de ozono no es tan letal como a menudo se pretende, o que las teóricas agresiones citadas nunca tuvieron efecto.
Y más aún: durante los primeros 2000 millones de años transcurridos desde la aparición de la vida en la Tierra, todos los seres vivos de la superficie, las bacterias y las algas verde azules estuvieron expuestos, sin protección alguna a la totalidad de la radiación ultravioleta procedente del Sol.
Debemos igualmente dejar de preocuparnos acerca de las grandes cantidades de óxido nitroso y cloruro de metilo [compuestos acusados de tener una acción destructora potente sobre el ozono], que llegan a la atmósfera desde fuentes biológicas, porque hoy se piensa que esta acción destructora no pasa del 15 por ciento. Dicho de otra forma, la capa sería un 15 por ciento más gruesa si desaparecieran y, como ya hemos dicho, demasiado ozono es tan perjudicial como demasiado poco: la producción de óxido nitroso y cloruro de metilo podría formar parte de un sistema regulatorio gaiano.
«Nuestra zozobra sobre el futuro del planeta y las consecuencias de su contaminación, provienen fundamentalmente de nuestra ignorancia sobre los sistemas de control planetario»
Como ha dicho Garret Hardin, el número óptimo de personas no coincide con el máximo que la Tierra pueda albergar, afirmación expresada con el máximo de crudeza y rotundidad por la frase:
"Hay un solo contaminante: la gente"

 [13]. Ecología: El Concise Oxford Dictionary la define como: Rama de la biología que se ocupa de las relaciones recíprocas entre los organismos y entre éstos y su entorno; [humana]: estudio de la interacción de las personas con su entorno.



Vivir en Gaia
Uno de los propósitos de este capítulo es considerar Gaia a la luz de la ecología humana [13]. Hagamos antes una breve recensión de los últimos avances en este campo. Entre los muchos especialistas distinguidos en ecología humana [13], que ha dado nuestra época, hay dos que representan con máxima nitidez las opciones por las que podría inclinarse la humanidad en sus relaciones con el resto de la biosfera:
René Jules Dubos [1901~1982], francés nacionalizado en EE.UU., microbiólogo, patólogo, ecologista, humanista y ganador del Premio Pulitzer por su libro  « So Human Un Animal ». Se le atribuye la máxima: «Piensa globalmente, actúa localmente».
Dubos ha expresado vigorosamente su visión del hombre como administrador de la vida en la Tierra, en simbiosis con ésta: algo así como el gran jardinero del mundo. Es una visión esperanzada, optimista y liberal.
A ella se opone frontalmente la de James Garret Hardin [1915~2003], microbiólogo, zoólogo, y ecologista estadounidense quié advirtió sobre los peligros de la superpoblación, y para quien el hombre protagoniza un esperpento trágico que puede concluir no sólo con su propia destrucción, sino también, con la de todo el planeta. Señala que nuestra única vía de escape es renunciar a la mayor parte de nuestra tecnología, especialmente a la energía nuclear, pero parece dudar que tengamos facultad de elección.
Estos dos puntos de vista engloban casi toda la discusión actual que los ecologistas humanos mantienen sobre la condición de la humanidad. Existen, ciertamente, muchos grupúsculos marginales [en casi todos los casos de tendencias anarcoides], que precipitarían gustosos el colapso desmantelando y destruyendo toda la tecnología.
No está claro si sus motivaciones son primariamente misantrópicas o ludditas *, pero sean cuales sean, parecen más interesados en las acciones destructivas que en el pensamiento constructivo.
* Nombre dado a las bandas organizadas de obreros ingleses que a principios del XIX, se resistieron violentamente a la implantación de la maquinaria textil que los desplazaba (N. del T.).
Fuera lo que fuera esta ciencia originalmente, hoy, en la mente pública, se confunde casi del todo con la ecología humana. La hipótesis de Gaia, por otro lado, partió de observaciones realizadas en la atmósfera, de datos sobre características inorgánicas. Allí donde lo verdaderamente fundamental de la vida, son los microorganismos, comúnmente colocados en el escalón más bajo. La especie humana es, desde luego, uno de los hitos claves de Gaia, pero somos una aparición tan tardía que no parecería excesivamente apropiado dar comienzo a nuestra exposición discutiendo nuestras relaciones en ella.

Sugiero empezar examinando más detalladamente la filosofía de Garrett Hardin.
En honor a él ha de subrayarse que su forma de pesimismo no implica necesariamente fatalismos; se trata, utilizando su recién acuñado término, de un "peorismo", que significa la aceptación estoica de la apócrifa Ley de Murphy: "Si algo puede fallar, fallará". Implica un programa de futuro basado en la asunción crítica de esta ley y del hecho de vivir en un universo sumamente desconsiderado. La clave para entender la visión hardiniana de la vida y una gran parte del pensamiento ecológico actual podría ser su paráfrasis de las tres leyes de la termodinámica:
"No podemos ganar".
"Estamos seguros de perder".
"No podemos salimos del juego".
Este conjunto de leyes, según Hardin, más que "peorista" es trágico, habida cuenta que la esencia misma de la tragedia es la imposibilidad de escapar, y de las leyes de la termodinámica lo es: ellas rigen todo nuestro universo, y no conocemos otro.
Volviendo a las Leyes de la Termodinámica, la verdad es que, a primera vista, parecen la inscripción encontrada por el Dante a las puertas del infierno; en realidad, sin embargo, aunque duras e inexorables, es posible, con la debida reflexión, suavizarlas.
La segunda ley establece inequívocamente que la entropía de un sistema cerrado aumentará. Como todos nosotros somos sistemas cerrados, ello significa que todos nosotros estamos condenados a morir.
Carece de sentido culpar al universo y a sus leyes de los defectos de la condición humana. Es cierto, la segunda ley dice que no puedes ganar, que estás destinado a morir, pero la letra pequeña dice también que, mientras tu turno transcurre, puede suceder prácticamente cualquier cosa.
El punto de partida de la hipótesis Gaia fue la contemplación de la Tierra desde el espacio, perspectiva que significó una visión del conjunto de la Tierra, no de sus detalles. La ecología está enraizada en la historia natural, en el estudio detallado de habitáis y ecosistemas, ignora el cuadro de conjunto. En una, el bosque no deja ver los árboles y en la otra los árboles no dejan ver el bosque.



Dando pues por supuesta su existencia, consideremos tres características principales de Gaia que podrían modificar substancialmente nuestra relación con el resto de la biosfera:
1.       La propiedad más importante de Gaia es su tendencia a optimizar las condiciones de la totalidad de la vida terrestre. Suponiendo que no hayamos interferido seriamente en ella, tal capacidad optimizadora habría de tener idéntica importancia a la que tuvo antes de la aparición del hombre en escena.
2.    En Gaia hay órganos vitales, emplazados en su parte central y órganos prescindibles o redundantes, situados principalmente en la periferia. Lo que hagamos a nuestro planeta dependerá grandemente del lugar donde se lo hagamos.  
3.    Las respuestas que en Gaia desencadenan los cambios a peor se producen según las reglas de la cibernética, donde la constante temporal y el bucle de ganancia son factores importantes. La constante temporal de la regulación de oxígeno, por ejemplo, se mide en milenios y resulta evidente que cuando procesos tan lentos cobran tintes indeseables, las indicaciones de que ello es así son sumamente débiles. Cuando los síntomas de que algo falla aparecen y se pone remedio, la inercia hará empeorar aún más las cosas antes de que se produzca la mejoría, igualmente lenta.

En cuanto a la primera de estas características, hemos supuesto que el mundo gaiano se desarrolla mediante selección natural darwiniana, siendo su meta el mantenimiento de unas condiciones óptimas para la vida en todas las circunstancias, incluyendo las variaciones en la producción calorífica del Sol y en las del propio interior del planeta. Desde su aparición, la especie humana ha formado, ha tomado parte inconscientemente en el proceso de homeostasis planetaria. En otras palabras, que nos guste o no y con independencia de lo que podamos hacer al sistema total, continuaremos incluidos (aunque ignorándolo) en el proceso regulador de Gaia.
Se diría que aunque sin nosotros saberlo Gaia durante los últimos veinte años, “nos ha hecho” ser conscientes de la existencia de problemas ecológicos a escala global. En tan corto período la mayoría de los países han aprobado nuevas leyes y normativas que limitan la libertad de los empresarios y de la industria, en interés de la ecología y del entorno,…aunque: La explotación de la ecología humana con fines políticos puede terminar por convertirse en nihilismo, en lugar de ser un impulso reconciliador entre la humanidad y la naturaleza. 

Con respecto a la segunda característica, hemos de preguntarnos qué regiones de la Tierra son vitales para el bienestar de Gaia. Sabemos que las regiones del globo no comprendidas entre los 45° norte y los 45" sur están sujetas a glaciaciones, durante las cuales grandes extensiones de nieve o de hielo esterilizan totalmente el suelo haciéndolo confundirse en algunos sitios con el mismo lecho de roca. Parece, por lo tanto, que Gaia puede tolerar la pérdida de estas partes de su territorio, el 30 por ciento aproximadamente de la superficie terrestre
¿Podemos estar seguros de que la Tierra resistirá otra Edad de Hielo habiendo sido despojada de las selvas de sus regiones centrales, lo que bien puede suceder dentro de algunos decenios más?
Si, por ejemplo, los métodos de control climatológico descritos fueran gravemente alterados, la consecuencia podría ser el sofocón de una fiebre planetaria o los estremecimientos de una glaciación. Esto podría suceder si, llegados a una intolerable densidad de población, la actividad humana hubiera deteriorado de forma incapacitante los poderes de Gaia. El hombre se encontraría entonces ocupando al poco envidiable cargo de ingeniero de reparaciones planetario. Gaia habría retrocedido a los fangos dejando para nosotros la tarea, complejísima e inacabable de mantener, en buen funcionamiento todos los ciclos del planeta.
Incluso si la especie humana sobreviviera, podemos estar bien seguros de que la destrucción de los intrincados ecosistemas de las selvas tropicales supondría una gran pérdida de oportunidades para todas las criaturas de la Tierra. No cabe duda de que la selección natural se encargará de decidir oportunamente lo que es más apto para sobrevivir: una máxima población humana viviendo en el límite mismo de la subsistencia y enmarcada en un semidesierto planetario, o un sistema social menos costoso y de menor número de personas.
Con suerte, quizá descubramos “a tiempo” que los órganos vitales del cuerpo de Gaia no están en las superficies terrestres sino en los estuarios, los pantanos y en los fangos de las plataformas continentales. Hasta saber bastante más sobre la Tierra y sobre el papel de estas regiones, haríamos mucho mejor en considerarlas terrenos no explotables.

EL HOMBRE. Lo que de especial tiene el hombre no es el tamaño de su cerebro, equivalente al de un delfín, ni su incompleto desarrollo como animal social, ni siquiera la facultad del habla o la capacidad de utilizar herramientas.
El hombre es especial porque de la combinación de todas estas cosas ha surgido una entidad enteramente nueva.
Cuando estuvo organizado socialmente y logró proporcionarse una tecnología, el hombre empezó a utilizar un talento totalmente nuevo: el de obtener, conservar y elaborar información, empleada después para manipular el entorno de modo deliberado y previsor.
Cuando los primates, siguiendo las etapas evolutivas de las hormigas, constituyeron por vez primera una colonia inteligente, su potencial para modificar la faz misma de la Tierra fue algo tan revolucionario como la aparición, eones antes, de los primeros organismos fotosintetizadores que producían oxígeno. Desde sus mismos comienzos, esta nueva organización tuvo la capacidad de modificar el entorno a escala planetaria.
Si hacemos un rápido examen de la historia de la humanidad en tanto que especie colectiva, dirigiendo nuestra atención particularmente a sus relaciones con el entorno planetario, aparecen ante nuestros ojos una serie de repeticiones. Hay períodos de rápido desarrollo tecnológico que concluyen en lo que parece ser una catástrofe medioambiental.
Les siguen largos intervalos de estabilidad y coexistencia transcurridos en ecosistemas nuevos, modificados. El método de caza mediante incendio produjo la destrucción de los ecosistemas selváticos, pero fue también causa de un período de coexistencia y de la aparición de ecosistemas del tipo de la sabana.
Desgraciadamente la mayoría de los científicos viven en las ciudades y tienen poco o ningún contacto con el mundo natural.
Construyen sus modelos de la Tierra en universidades o en instituciones que disponen de todo el talento y el equipo necesario, pero tiende a faltar ese vital ingrediente, la información recogida de primera mano. Hablo de algo personalmente vivido cuando digo que somos muy pocos los científicos que elegimos el viaje o la expedición para llevar a cabo «in situ» la toma de datos sobre la atmósfera, el océano y sus interacciones con la biosfera, comparados con los que realizan sus trabajos de investigación sin moverse de universidades o instituciones radicadas en ciudades. Tal como están las cosas, nuestra ignorancia sobre las posibles consecuencias de nuestras acciones es tan grande que las predicciones útiles del futuro quedan prácticamente descartadas.

No existen recetas, no hay códigos para vivir en el seno de Gaia. Sólo las consecuencias de nuestros actos, cada cual el de los suyos.






Nada perece en el universo; cuanto en él acontece no pasa de meras transformaciones



Pitágoras de Samos  [569 a.C.~475 a.C.], filósofo y matemático griego considerado como el primer matemático puro.


 

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